Por qué la operación es Púnica
La Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía dan nombres a veces muy exóticos a sus investigaciones para mantener en secreto sus avances y coordinarse entre las unidades
A las diez de la mañana del pasado lunes saltaba la noticia de la detención del ex número dos del PP en Madrid, Francisco Granados, entre otros supuestos implicados en una trama de corrupción. Desde esa hora, se empezó a hablar de la Operación Púnica. Y con ello, las especulaciones.
Algunos periodistas aventuraron que el nombre estaba relacionados con las Guerras Púnicas. Otros, que venía por la ciudad de Cartago. La realidad era muy distinta. Hacía referencia al granado, en alusión al nombre del principal implicado en la trama. El nombre científico, en latín, de este árbol es Punica granatum.
Siempre que cae un grupo organizado de gran calado, surge la pregunta: ¿cómo ha sido bautizada la operación? A veces, con palabras en inglés, motes y hasta objetos cotidianos que no llaman la atención. ¿Qué criterios se siguen en la Policía Nacional y en la Guardia Civil para dar a veces nombres tan exóticos? Esa nomenclatura encierra la mayoría de las veces claves internas que permiten mayor operatividad y seguridad en las investigaciones, según explican diversos responsables policiales.
Nombres comerciales, prohibidos
Una de las premisas que debe cumplir el nombre de las operaciones policiales es no incluir ninguna marca o denominación comercial. Aparte del perjuicio que puede sufrir la empresa en cuestión, existe el riesgo de que la compañía afectada pueda plantear la correspondiente querella contra la Guardia Civil o el Cuerpo Nacional de Policía por daño patrimonial.
Eso no evita que a veces los agentes se hayan despistado y que sus superiores no se percataran. Debido a ello, desde los correspondientes gabinetes de prensa o incluso antes de remitir el atestado al juez, ha habido que cambiar de inmediato el nombre o evitar que este trascendiera a la prensa.
Así ocurrió por ejemplo con la llamada con el nombre de un juego de mesa de resolución de asesinatos desarrollada por el puesto de la Guardia Civil de El Escorial en marzo de 2011, sobre varios robos con fuerza y un incendio. O la operación llamada con el nombre de una conocida marca de café, de la casa cuartel de Navalcarnero en noviembre de 2010, sobre tráfico de drogas. En ambos casos, los nombres quedaron en nada.
Lo primero que tienen que hacer los mandos de ambos cuerpos es ver si se encuentran ante un grupo organizado de cierto calado o de si es una pequeña banda de delincuentes. Si se trata del primer caso, se avisa a la correspondiente Unidad de Policía Judicial, que la da de alta en el fichero de operaciones de ámbito nacional. Esto tiene una finalidad práctica. Cada vez que una patrulla, en cualquier punto de España, haga alguna gestión con las personas investigadas, o sus propiedades (incluidos los vehículos), saldrá referida en el archivo de la operación.
Hasta ahí, la finalidad policial, pero detrás hay todo un arte para nombrar las operaciones. Muchas veces, son los propios agentes los que dan con la palabra clave, en ocasiones utilizando la ironía, con la que denominarla.
En este último caso figura una que hizo el Grupo de Atracos de la Guardia Civil de la Comandancia de Madrid: bautizó como Mochilo una operación en la que detuvieron a 17 personas por estafas. La bautizaron así porque el jefe del grupo tenía una nariz prominente, como la de Mochilo, el personaje de los dibujos animados Fruittis.
De los nombres de las operaciones están excluidos las palabras peyorativas, ofensivas o que de alguna manera puedan relacionarse de manera malintencionada. Por ejemplo, jamás se daría el adjetivo negro a una operación de inmigración. A veces, si surgen durante la investigación detalles que pueden incurrir en este extremo, se rebautiza la operación. Así ocurrió con la llamada Machupichu, de la Guardia Civil, denominada así porque los delincuentes hicieron un viaje al lugar así denominado. Los agentes del instituto armado la cambiaron en cuanto surgió el personaje del camarero homónimo en la ya desaparecida serie Aída, de Telecinco.
Las operaciones se suelen nombrar con algo relacionado con los malos, lo investigado o el delito cometido, según reconocen los mandos policiales. De este modo, los propios agentes puedan hablar con libertad delante de otros guardias o civiles sin contar nada. Por ejemplo, la llamada Operación Monasterio se denominó así porque los camellos que dieron origen a la investigación fueron detectados vendiendo en la calle del Monasterio, en Boadilla del Monte.
Igual ocurrió con la más reciente Operación Candy, abierta para detener al pederasta de Ciudad Lineal, acusado de secuestrar a niñas en ese distrito de la capital. Los agentes de la Policía Judicial la bautizaron como la Operación Candy (golosina, en inglés), ya que a una de las niñas la capturó cuando salía de comprar chucherías en una tienda.
En la Operación Olímpica fue desarticulado un grupo de aluniceros. Se nombró así porque los ladrones intentaron robar en Tres Cantos en un concesionario de vehículos de una conocida marca alemana cuyo logotipo tiene cuatro aros. Un agente se acordó de los anillos olímpicos.
Del Pulpo a la Malaya
Un problema a la hora de denominar las operaciones es que los nombres más comunes se van terminando. De ahí que haya que rebuscar un poco más. Así ocurrió en la Operación Santa Fe, en la que fueron detenidos unos ladrones de chalés en Villaviciosa de Odón.
La tragaperras de un bar situado cerca de la casa de uno de los vigilados no dejaba de emitir esa musiquilla tan machacona cada vez que los agentes de Policía Judicial iban a tomar algo.
La mayoría de las veces prima la sencillez, como en la Operación Recaíto, en la que los miembros de la banda de traficantes, cuando iban a trasladar droga, se llamaban por teléfono y decían que iban a hacer un “recaíto”.
O en la Operación Baraka, en la que los traficantes, de origen marroquí, se deseaban suerte (baraka) antes de los viajes.
Hay nombres mucho más elaborados, como Operación Malaya.
El nombre viene de la gota malaya que rompe la roca: el apellido del encausado Juan Antonio Roca.
A la liberación de José Antonio Ortega Lara, secuestrado por ETA entre 1996 y 1997, se la nombró Operación Pulpo, que nada tenía que ver con los terroristas, con un funcionario de prisiones ni nada parecido. Se le puso así para evitar que trascendiera que se estaba controlando una fábrica de Mondragón.
También hay excepciones, como la Mike-Papa, para la detención del comando Vizcaya de ETA, que atentó en 2008 contra el puesto de Legutiano (Álava). Allí murió el guardia Manuel Piñuel, de iniciales MP, letras que en código de radio son Mike-Papa. En ese caso se aireó la operación para amedrentar a los terroristas.
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