Juego de tronos en Madrid
Aguirre, Cifuentes y González entran en la ‘no campaña’ de los ‘no candidatos’ del PP
Las navajas arrecian en ciertos despachos de Madrid desde que, el 9 de septiembre, la alcaldesa Ana Botella renunciara a ser candidata del Partido Popular al Ayuntamiento. Ese es el único hecho objetivo: hay una silla vacía en el Palacio de Cibeles, sede del municipio más importante electoralmente para el PP. Pero el pretendiente a la otra, la de la presidencia de la Comunidad, cuyo titular, Ignacio González, sí quiere ser candidato, depende igualmente de la decisión final de Mariano Rajoy. Hay, pues, dos tronos vacantes. La presión del tiempo, la incertidumbre, y la ambición confesa o secreta a medias de González, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes por conquistar alguno de ellos impulsa los cuchillos. Puede que las espadas no se vean, pero pinchan. Y cortan.
El “no, pero sí” de Cifuentes se casa con el sí, pero no” de Aguirre
El pasado 24 de septiembre fue “el mejor día” de la vida política de Cristina Cifuentes. Vestida con un estricto traje de raya diplomática, la delegada del Gobierno en Madrid compareció, a la diestra del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, flanqueados ambos por dos altos mandos policiales, en la rueda de prensa de la detención del pederasta de Ciudad Lineal, donde recibió, modosa, los parabienes del ministro. Después, se plantó en la Jefatura Superior de Policía a verle la cara al delincuente. Ambos hechos provocaron el malestar de algunos altos cargos políticos, que los consideran “insólitos y oportunistas” y que llegan a sugerir que la Delegada se autoinvitó a la cita. Cifuentes, por su parte, se limita a agradecer “la invitación expresa del ministro” y alega tener “mucho trabajo y ningún tiempo” para entrar en debates de otra naturaleza.
La anécdota —que se suma a otros rifirrafes previos entre las distintas administraciones populares madrileñas— da idea del mar de fondo que bulle bajo la aparente calma chicha de la precampaña del PP a las municipales y autonómicas. La Delegada se autodescarta de la carrera a la alcaldía y —“por supuesto, ni pensarlo”— a la Comunidad cada vez que se le pone un micrófono delante. “Me da mucha rabia que no me creáis”, se enoja si se le insiste. Otra cosa, admite, es que se declare “a disposición del partido”, si “llegado el momento” le fuese ofrecido ese cáliz. “Sería cínica e hipócrita si dijera que no, pero eso no significa que quiera que me llamen”, zanja.
Ese ‘no, pero sí’ de Cifuentes se corresponde milimétricamente con el ‘sí, pero no’, de Esperanza Aguirre. La presidenta del PP madrileño lleva desde mucho antes de la renuncia de Botella pregonando su ilusión por ser alcaldesa y dejándose querer por quienes, afirma, le piden que se presente por la calle, al tiempo que se declara a las órdenes del presidente del partido. Su incidente de tráfico no ha rebajado sus expectativas. “Estoy en manos de la Providencia”, dijo, ambigua, tanto sobre su futuro judicial como político, en velada alusión al carácter divino de la decisión sobre los candidatos. Mientras, recoge los avales que le van cayendo por el camino. El presidente de la Comunidad, Ignacio González, su delfín de toda la vida, ha apostado ya por Aguirre como “la persona con mayor tirón” para hacerse con la alcaldía.
Sí, hay tensión, todos los alcaldes están en vilo, dice un miembro del PP
“No me sorprende, me conoce desde hace 30 años”, responde ella, quien sí reconoce estar en campaña. “El PP lo está, y yo soy su presidenta en Madrid. Lo que ocurre es que esta no es una campaña de personas, sino de principios y valores. Y yo los defiendo ahora y siempre”. Dicen sus próximos que Aguirre está desatada. “Desde su cáncer se siente más liberada que nunca”. Y así va. Por libre. Suya fue la iniciativa de entrar en radios y televisiones a dar su particular versión del accidente, calificando de “prepotentes” y “machistas” con “una sexagenaria” a los agentes. Suya, la de llamar en directo al programa La sexta noche a debatir con Pablo Iglesias, líder de Podemos. Suya, la rueda de prensa en plena calle en la que pidió perdón por su infracción de tráfico ante los 85 periodistas que acudieron a cubrir su declaración ante el juez, a la que acudió vestida como para las grandes ocasiones.
Poco o nada parece casual o rutinario en sus apariciones, ni en las de Cifuentes, ni en las de González. La última gran encuesta de intención de voto de Metroscopia para EL PAÍS, publicada el pasado mayo, pronosticaba una debacle del PP en Madrid, que perdería sus mayorías absolutas en el Ayuntamiento y la Comunidad a favor del PSOE e IU. Este hecho, complicado por las incógnitas surgidas tras la irrupción de Podemos en las europeas, y, sobre todo, por la existencia de cierta encuesta interna del PP que nadie reconoce haber visto y que valora a distintos candidatables a distintos puestos, parece haber desatado los nervios de los aspirantes.
Aguirre y Cifuentes están librando unas primarias invisibles
“Es verdad que hay tensión, prisas, ansiedad. Esta gestión de los tiempos destroza a cualquier organización. No solo los posibles candidatos, todos los alcaldes de la comunidad están en vilo, porque todo depende de todo”, reconocen en el entorno de los tres más visibles. Ellos lo niegan.
“Ni nervioso ni impaciente”, dice estar Ignacio González, al que Rajoy tendría que quitar de la papeleta a la Comunidad, dado que él sí se ha postulado expresamente. “Aquí yo soy el único que está en precampaña desde septiembre. Me gustaría ser candidato, lo dije desde el primer día. Pero conozco a mi partido, y voy a lo mío. A gestionar la comunidad. Lo que sea, llegará. Lo peor es los que dicen en público que no quieren y se dedican a enredar en privado. Es legítimo tener ambición política, pero dilo, y no llores. Este partido funciona así, y los que se lamentan parecen nuevos”.
Según el consultor político Antoni Gutiérrez Rubí, no es casual que Cifuentes y Aguirre hayan declarado su simpatía por la idea de elecciones primarias, “porque eso es lo que, en el fondo, están librando, unas primarias invisibles”, sostiene. “Una campaña sin candidaturas tiene sus ventajas: como no son candidatos, no les hace falta hacer propuestas. Pero su personalidad es fundamental, y es imprescindible que se hagan visibles, ocupar la agenda mediática, generar conversación. Por eso se vigilan, se miden, en definitiva, se posicionan”, sostiene.
“Llega el invierno”, reza el estado de Whatsapp de Cristina Cifuentes. Ese es el lema de Invernalia, la casa de los buenos en la serie Juego de tronos, de la que se declara entusiasta. Los espectros acechan y hay que prepararse para la batalla, significa en la ficción. En la realidad, para Aguirre, una política que, menos presidenta del Gobierno lo ha sido todo, su candidatura a la alcaldía supondría, quizá, la guinda de la tarta, una especie de premio a toda su carrera. Para González, la suya a la presidencia, la confirmación de la alternativa que le dio su jefa al dejarle el puesto. Y para Cifuentes, una llamada a cualquiera de los dos tronos, el tren que pasa quizá solo una vez en la vida.
El lunes 6 de octubre, Dolores de Cospedal, número dos del partido, presentó a González en un desayuno informativo, en esa política de gestos que es la única posible hasta que Rajoy decida. Elegirá, coinciden todos, un caballo ganador con datos en la mano. Sean ellos, o sea Soraya Saénz de Santamaría, la posible tapada en esta pugna. Empieza ahora la auténtica temporada de encuestas internas y externas. Todos reconocen que todo está abierto. Que todo es posible. Pero, por si acaso, no dejan de entrenar y de mirarse de reojo. Dice Rubí que la ansiedad forma parte de la liturgia de las campañas. En el PP de Madrid, desde luego, hay mucha tensión electoral no resuelta.
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