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El Soro, otra vez, camina o revienta

20 años después de dejar los ruedos, el torero valenciano reaparece este domingo en Xàtiva

El Soro, en el homenaje que le rindió en 1996 en la plaza de Valencia.
El Soro, en el homenaje que le rindió en 1996 en la plaza de Valencia.EFE

El Soro vuelve a los ruedos. Han pasado 20 años, cuatro meses y ocho días de aquél 8 de abril de 1994. Fue la última vez que se vistió de torero, en Benidorm, para matar siete toros como único espada. Aquel día, a un toro de Victorino Martín, le hizo una de las mejores faenas de su vida. Fue como una premonición. ¿Una de las mejores faenas? ¿La última? Casi la última. Un día después, el 9 de abril, toreó un festival benéfico en la castellonense Segorbe. Ese día se rompió en mil pedazos la rodilla izquierda. Nunca más volvería a pisar un ruedo vestido de torero. Han pasado 20 años, cuatro meses y ocho días. Luego vinieron dos homenajes, en Valencia y Madrid, respectivamente, que intentaron encenderle una luz para un futuro no como torero, sino como persona. De la cima, a la sima.

En todo este tiempo El Soro, pasó de ser de ídolo de multitudes a ser un juguete roto. En estos 20 años, cuatro meses y ocho días, El Soro vivió la muerte de sus padres, el abandono de su familia, más rencillas familiares, la pérdida de su patrimonio ganado a base de sangre –más de 40 cornadas-, sudor y lágrimas…y un descenso a los infiernos. Se instaló en un lumpen donde lo más cercano era la muerte. Perdió la profesión, la familia; él reconoce que incluso la dignidad. Y físicamente una piltrafa: más de cien kilos de peso y una cojera que adivinaba una inutilidad total. Bandazos por la vida y por quien nadie daba apenas nada. O sí? Siempre, incluso en los momentos más dramáticos, tuvo un Ángel de la Guarda a su lado.

Pero este Soro, que casi siempre todo lo tuvo en contra incluso en los días de vino y rosas, nunca ha sido un hombre de renuncios. Un día se plantó frente al espejo y prometió volver a torear. Una misión imposible en la que nadie creía. Solo él. Encontró en el camino al doctor Pedro Cavadas y después de 37 operaciones en aquella maltrecha rodilla, una luz se encendía al final del túnel. Volver a ser torero; volver a la vida. Ser torero de nuevo dependía de él; para regresar a la vida encontró a Eva, que en lugar de ofrecerle una manzana le tendió sus manos. Y su corazón.

Ahora, 20 años, cuatro meses y ocho días de después de aquél 8 de abril, le espera de nuevo el traje de luces. Tres nuevos vestidos de torear. La cita es este domingo, 17 de agosto. El escenario, Xàtiva. Una plaza que sabe de la fiebre “sorista” de los mejores años. En su pueblo, en Foios, la alegría y la fiesta se ha vuelto a instalar como aquel 14 de marzo de 1982, cuando tomó la alternativa. De Foios, de la huerta, llegó la revolución taurina a la capital tras muchos años de sequía.

La cita, este domingo 17 de agosto, en Xàtiva. Le acompañarán Daniel Luque y Román, dos de los jóvenes toreros más prometedores del momento. En aquél 8 de abril de 1994, Luque tenía cinco años y Román dos. Qué cosas.

El cartel de la vuelta a los ruedos de El Soro reza “la fuerza de una pasión, la força de un poble”. “He pasado muchos altibajos en mi vida durante estos años, con un estado de ánimo fatal que a punto estuvieron de llevarme al abismo”, ha dicho El Soro, que este domingo en Xàtiva estrenará un par de banderillas de nuevo cuño. Como en sus mejores tiempos.

Vuelve el Soro. Otra vez, camina o revienta.

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