Asiáticos y chocolate de cine
El guionista habla de cine y comida casi a partes iguales y con el mismo entusiasmo
1. Mercado de la Cebada. Quizás sea demasiado grande para los tiempos que corren, pero disfruto mucho comprando aquí. Tengo frutería, pescadería, pollería, carnicería y hasta afilador de confianza. Creo que el Ayuntamiento planea tirarlo y hacer un gran centro comercial, o algo así. Suena fatal (plaza de la Cebada, 15).
2. Sylkar. La primera casa en la que viví solo estaba en Modesto Lafuente, muy cerca de este bar. Así descubrí la mejor tortilla de Madrid, para mi gusto. Es huevona, se desparrama en el plato y sabe verdaderamente a gloria (Espronceda, 17).
3. Calle del Sacramento. La recorro a menudo caminando o en bici, huyendo de otras calles más transitadas. No hay ni una tienda, ni un bar. Tiene dos lugares perfectos para sentarse un rato: la plaza del Cordón y un jardín llamado Huerto de las Monjas escondido en el número 7, que parece privado pero que no lo es.
4. Cineteca Matadero. De aquí me gusta todo: la programación (cine de no ficción, pero no siempre), la proyección (buena imagen y sonido), el diseño de las salas (un proyecto del estudio ch+qs), el patio de la Cantina (el bar restaurante que hay al lado) y el entorno, las Naves del Matadero y Madrid Río, que será una maravilla cuando crezcan los árboles (plaza de Legazpi, 8).
5. Chelly’s. Su panelado de bambú te transporta a una escena eliminada de Apocalypse now. Siempre hay ambiente familiar y programas filipinos en la televisión. Los vodkas con tónica, en vaso ancho, son sencillos y ricos. A veces van acompañados de una especie de dumplings fritos que le encantarían al Coronel Kurtz (Andrés Borrego, 2).
Thrillers y dumplings
Javier Gullón (Logroño, 1975) ha vivido ya en cuatro barrios distintos y de todos se queda con algo (sobre todo, si se presenta en un plato). Su último trabajo como guionista, Enemy (Denis Villeneuve), se repone del 22 al 28 de agosto en los cines Renoir.
6. Parque Tierno Galván. Enorme pero escondido. Un poco de espaldas a la ciudad. Si accedes por el barrio de los Metales, pasas junto a una chimenea y una estructura de cemento de relato de ciencia-ficción. Pero lo mejor es lo que viene luego: cambios de paisaje y vegetación hasta llegar a un anfiteatro escalonado, generoso y raro. No tengo perro, pero si lo tuviera iría allí con él.
7. Restaurante asiático. Ni la higiene ni el servicio son los mejores, pero las empanadillas a la plancha compensan cada visita. Si las maridas con cerveza Mahou, éxito seguro. Tienen otros platos que merecen atención, como las patatas chinas a la plancha, las navajas con puerro o el arroz con verduras secas (La Luna, 12).
8. Chocolala Belga. En la calle del Bonetillo hay un tipo belga que hace chocolate delante de tus narices. El negro está buenísimo. Las trufas, irregulares y con aspecto de pequeñas piedras volcánicas, son inolvidables (Bonetillo, 1).
9. Princesa, Golem, Ideal, Verdi. Mi trabajo me permite ir entre semana, a primera sesión. De cada uno de ellos me gusta una cosa diferente: la programación de los Princesa; la proyección de los Ideal; la cafetería de los Verdi; y el antiguo nombre de los Golem, Alphaville.
10. Cementerio inglés. Solo he ido una vez, pero me apetece incluirlo en esta lista. Y es que todavía ojeo de vez en cuando una lista de nombres y apellidos que saqué de las lápidas para posibles personajes de ficción (los use o no, Tatiana von Korff o Gasbè Winter son nombres poderosos). Es un lugar pequeño, inspirador, lleno de misterio (Comandante Fontanes, 7).
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