Buen debut del murciano Filiberto
Se desaprovecharon cuatro novillos de alta nota
De primeras saltó un dibujo de novillo: justo de presencia, pero bonito de hechuras. Un dije, vamos. Envolvía ese novillo una nobleza casi empalagosa. Justas las fuerzas, pero suficientes como para tomar la muleta sin condiciones. Cumplidor en varas, apretó en la primera, fue dulce. O más que eso. Ceremonioso Beltrán, con buen concepto, pero sin terminar de rematar una obra que debió ser mayor. Más conjunto sobre la derecha; una sola prueba por el izquierdo. Mucha compostura, dejándose ver. La impresión final: al dulce astado se lo llevaron las mulillas con las orejas puestas.
LÓPEZ GIBAJA / BELTRÁN, FILIBERTO, GALLO
Novillos de Antonio López Gibaja. Muy desiguales de presencia. Los dos primeros muy chicos. De excelente juego, a excepción del violento cuarto y el sexto, manso y sin clase alguna.
Fernando Beltrán. Dos pinchazos y estocada perdiendo la muleta (silencio); entera trasera y tendida –aviso-, casi entera y dos descabellos (silencio).
Filiberto. Pinchazo –aviso- y cuatro descabellos (saludos); media algo trasera (dos vueltas con fuerte petición de oreja).
Aitor Darío “El Gallo”. Tres pinchazos –aviso, dos más y descabello (silencio); casi entera (vuelta al ruedo)
Plaza de Valencia, 19 de julio. 1ª de Feria. Menos de media.
El cuarto, novillo hecho aunque cómodo de cara, salió manso. Tres entradas al caballo. Apretó en la primera y se escupió en las otras dos . Suelto y manso, a la vez. No fue fácil en la muleta. Ya cortó en banderillas y dejó claro que campaba a su aire; aire violento. Beltrán capeó el temporal como pudo. Se le amontonó la faena, que pareció no tener ni sentido ni fin. Dos desarmes y una voltereta, descompusieron más el asunto. El novillo, duro de pelar, aguantó dos estocadas antes de entregar su alma en el descabello.
Otro dibujo el segundo de la tarde, aunque este de hechuras abecerradas, por delante, por el medio y por detrás. Insignificante. De salida se estampó contras las tablas en un intento de saltar al callejón. Tan monumental topetazo no le resto facultades para el resto de la lidia. Con todo, de excelente juego en conjunto. Fue poco en varas, casi nada. Y en la muleta prestó todo su apoyo al torero, a Filiberto. Este, Filiberto, dio buena cuenta de tan buen novillo. Novillero formado, técnico y no exento de cierta clase, se lo pasó mejor por el lado derecho. Más conjunto por ese pitón. Una serie al natural, de menor tono y ajuste. El conjunto fue de buen ver. Alargó demasiado la faena y tras un primer pinchazo, el buen novillo se amorcilló. Luego, el descabello terminó de frustrar el premio.
El quinto cumplió discretamente en varas, más cerca de ser mansito. Pero descubrió su lado bueno en la muleta. Buen novillo. De seria embestida. Filiberto volvió a mostrar cualidades de novillero para mayores empresas. Buenas manos, zapatillas muy plantadas en la arena. Las series ligadas hacia adelante, sin retroceso, sin perder pasos absurdos. Ganando terreno en cada pase. Bien medidos los tiempos, la faena tuvo sentido y sensibilidad. Y expresión. Tan cómodo y seguro en la corta como en la media distancia, dominando los terrenos. Fue bueno el novillo, pero respondió Filiberto como novillero muy maduro. Mereció premio, que el presidente de forma absurda negó.
Más aparente el tercero, fue un novillo bravo en el caballo. Dos veces se fue, las dos de largo. Romaneó en la primera y en la segunda cumplió. En ambos casos, arrancó sendas ovaciones del tendido. Gastó algo de su pólvora en ese primer tercio, aunque tuvo son y nobleza en la muleta. Le vino grande a El Gallo. Verdecito, una cierta inseguridad, aunque le saldría bien una serie al natural. Lo más y mejor logrado de una faena que pecó de larga y acabó con poco sentido. Tuvo que padecer El Gallo una voltereta y sortear algún apuro antes de tomar la espada. La espada, por cierto, la manejó como un principiante.
El sexto fue el segundo garbanzo negro del lote. Manso, muy manso en varas y en banderillas. Se soltó cada vez que sentía el hierro. Corretón y distraído no tuvo quien fijarlo en los dos primeros tercios. Pero, a diferencia de aquél manso que hizo cuarto, este sexto tuvo su juego en la muleta. No fue ni malo ni bueno, sino todo lo contrario. Sin humillar, sin clase, algo distraído, fue y vino a la muleta como simple obligación, más bien al paso. El Gallo –vaya apodo- se lo pasó al aire que marcaba el novillo. Sin gran seguridad, pero más cómodo que en el tercero. No planteó serios problemas el novillo y El Gallo cumplió discreto.
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