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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vacaciones pagadas

Los jóvenes apolíticos que detestan a la casta política se convierten en políticos

Ahora que el rey Juan Carlos se toma unas merecidas vacaciones (hay que ver el desgaste enorme que ha sufrido este hombre a lo largo de su reinado, casi tan duradero como el del general Franco, y la de manos indeseadas que ha tenido que estrechar a regañadientes, y la de elefantes, blancos o grises, que ha tenido que espantar, y todo en nombre del bienestar de todos los españoles, algo que todavía está por ver), ahora, en fin, parece llegada la hora de que un montón de políticos de profesión abandonen de una vez sus enfangadas trincheras y se retiren no ya a los cuarteles de invierno sino a sus casas veraniegas sin ocuparse de pasar antes por las puertas giratorias del Senado, de los grandes grupos empresariales o bancarios, simplemente que descansen un poco, que se relajen de tanto y tan duradero trajín, que se dediquen a elaborar los borradores de sus acaso misericordiosas memorias, que se bañen en sus piscinas acolchadas y que en la placidez de la siesta rememoren para sus adentros la colección de barbaridades que se han visto obligados a ejecutar en nombre de los ciudadanos, y en resumen, que nos dejen en paz incluso en los telediarios. Y que no se preocupen, ya que esas vacaciones, que deberían de ser lo más prolongadas posible, corren a cuenta de los contribuyentes, no de todos, claro, sino de aquellos que no tienen más remedio que ser sensatos en su declaración de la Renta. A fin de cuentas, hasta Leo Messi resulta más atractivo dándole a la pelota, cuando le viene en gana, que cuando oculta parte de su fortuna a Hacienda, que somos todos, según un raído eslogan caído ya en desuso.

Abundan los técnicos y profesionales algo talluditos que, resueltos a cumplirse en su deseo, se lamentan ante el acoso de las prejubilaciones forzosas, que toman por desdén hacia según qué tipo de experiencia (el entrañable fontanero de toda la vida, el aseado albañil que no dejaba mácula tras la reforma del baño, el pintor amigo que cambiaba el papel de las paredes sin dejar asomar ni una sola grieta…), sin reparar en que en tiempos de crisis como estos la experiencia a la que apelan se adquiere en cosa de pocos años. Se acabaron los aprendices que iban por el monte solos, y la experiencia ya no es la madre de la ciencia sino el estorbo que conviene erradicar pero nunca de los consejos de administración ni del armario de los partidos. Es así que ningún árbol conoce a su vecino, salvo que en su ya lejana juventud fueran compañeros de pupitre.

Los jóvenes apolíticos que detestan a la casta política se convierten en políticos en busca de alianzas para gobernar en alguna parcela de poder, así que harán de políticos plenos en cosa de poco tiempo, que deberán establecer pactos, hacer concesiones, conocer en vivo y en directo las triquiñuelas para internarse en los pasadizos secretos del poder hasta perderse en el laberinto, mientras aquí Rita Barberá no dimite ni de coña, Ximo Puig ignora que no traspasa pantalla, Joan Lerma todavía aparece en las tristes fotos de Blanquerías y el mirlo blanco ni está ni se le espera.

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