Los secretos de los Borja que guarda el Vaticano ya están en Barcelona
Climent traslada el fondo digital de Valencia al Arxiu de Catalunya por la “desidia” del Consell
Cuando Valencia era una de las capitales de Europa, la ciudad más poblada de la península ibérica y uno de los principales focos culturales del Mediterráneo, dos miembros de una familia de La Torre de Canals y de Xàtiva llegaron a ser papas. Corría la segunda mitad del siglo XV, el siglo de Oro de las letras valencianas y del linaje de los Borja (Borgia, en su grafía italiana). Alfons fue designado pontífice con el nombre de Calixto III en 1455, dos años después de la caída de Constantinopla a manos de los turcos. Su sobrino Roderic alcanzó el poder del Vaticano como Alejandro VI y trazó una línea divisoria entre los castellanos y los portugueses para conquistar el Nuevo Mundo.
Dos millones y medio de documentos relativos a los pontificados de Calixto II y Alejandro VI ilustran la importancia histórica de los dos papas. Los guarda el Vaticano en su Archivio Segreto y hasta hace unos años nadie tenía acceso a ellos. Muchos son inéditos, como algunas cartas en valenciano que se cruzaron Alejandro VI y su hija Lucrecia. Y pueden arrojar la luz sobre una relación que ha alimentado la leyenda negra de los Borja que ha pervivido a través de los tiempos en el imaginario colectivo, como pone de manifiesto las más de 4.000 entradas bibliográficas y las numerosas películas, series y obras teatrales basadas en hechos con frecuencia manipulados y exagerados. “El papa Alejandro VI tenía hijos, sí, pero ¿acaso no los tenían también su antecesor y su sucesor [Julio II]? ¿No se les llama sobrinos [nipoti, en italiano] a los hijos de los papas, y de ahí viene el nepotismo?”, se preguntó este lunes el catedrático de Historia Medieval Antoni Furió.
Lo hizo en un acto convocado por el editor y promotor de la digitalización de los fondos de los Borja Eliseu Climent. El propósito era anunciar el traslado de todos estos fondos de Valencia al Arxiu Nacional de Catalunya y denunciar “los siete años de desidia y desinterés” por parte de las instituciones valencianas. Desidia, explicó Climent, ante las múltiples peticiones no atendidas de recibir ayudas públicas para iniciar la investigación de la documentación, aún sin inventariar, y que está depositada desde 2007 en el Institut Internacional d’Estudis Borgians de Valencia, cuyo secretario es el veterano editor nacionalista.
Hace siete u ocho días, los 500 DVD que albergan el archivo, digitalizado, gracias a las gestiones con la curia del fallecido jesuita Miquel Batllori y la colaboración financiera de la Fundación Winterthur, fueron trasladados al Arxiu, en Barcelona. Climent y el consejero catalán de Cultura, Ferran Mascarell, habían negociado mucho antes el depósito de los fondos por un tiempo indeterminado con el fin de garantizar el inicio de su estudio. En este sentido, el editor aseguró que a partir del 1 de julio, la paleógrafa Maria Toldrà y el estudioso italiano Ivan Parisi “se pondrán a trabajar en el fondo”.
Negativas
El editor insistió en las negativas a conceder una ayuda de 20.000 euros al año para la investigación por parte de la Generalitat, la Diputación de Valencia, los Ayuntamientos de Xàtiva y Gandia o la extinta Bancaja, todas ellas dirigidas durante estos últimos siete años por representantes del PP. Y todo a pesar de contar con el aval de los rectores de las cinco universidades públicas valencianas, de la Universidad Católica de Valencia y del propio Vaticano. “Sólo nos recibió el concejal del Ayuntamiento de Valencia Alfonso Grau, y al final no quedó en nada”, añadió.
Durante siete años, los archivos han permanecido cerrados en Valencia, sin estar disponibles para los investigadores. Este extraño proceder obedece a que es necesaria una línea de investigación sostenible, respaldada por una institución, según apuntaron Furió y Climent. Ambos fueron muy críticos con el alcalde de Gandia, Arturo Torró, del PP, por rechazar el proyecto de emplazar el Institut d’Estudis Borgians en el Palau Ducal y por gastarse 200.000 euros en cambiar una escultura de Antoni Miró sobre la pérdida de los fueros valencianos, al tiempo que se negaba a investigar la vida y obra de la familia valenciana más conocida de la historia. Esta decisión aceleró el traslado, concluyó Climent.
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