Las penurias de los nuevos narcos
El sumario por el último gran alijo en Galicia revela la crítica situación económica de los clanes La organización recurrió a una vidente para saber si tendría éxito Se han visto forzados a utilizar viejos barcos destartalados
La captura hace un año por los GEO del destartalado barco senegalés Rippide —con un alijo de 3,3 toneladas de cocaína a bordo, valorado en 115 millones de euros— fue para la policía un síntoma del repunte de los viejos transportes marítimos que iniciaron la era del narcotráfico en Galicia, hace casi tres décadas. Unos meses antes, el pesquero Ratonero, con base en O Grove (Pontevedra), optó por el mismo sistema para traer otro gran cargamento, también interceptado en alta mar, y que se sospecha fletado por la misma persona, hasta ahora sin identificar. El éxito de la Operación Albatros, dirigida por la unidad policial del Greco (Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado), se recoge en un voluminoso sumario que destripa los preparativos del frustrado transporte a bordo del Rippide y deja en evidencia la crítica situación económica de los narcos gallegos.
Con más de 20 implicados, el sumario ya se ha cerrado en un juzgado de Vigo, aunque al menos cinco de ellos, en libertad condicional, pueden quedar fuera por falta de pruebas. Es el caso de Ramiro Vázquez Roma, considerado uno de los presuntos capos de última generación y pendiente de otro juicio por narcotráfico y blanqueo, pese a que su voz aparece en los pinchazos telefónicos de la policía. El grupo gallego que intervino en el transporte, aunque ya tenía experiencia, fracasó estrepitosamente en la logística. La bancarrota por la que atravesaban casi todos los integrantes de la banda les forzó a comprar un barco que ni siquiera pudo alcanzar al buque nodriza para alijar la droga. Antonio Carballa Magdalena, de 58 años, de Sanxenxo, acababa de ser condenado por blanqueo de dinero y expropiados todos sus bienes. Otro histórico cincuentón, José Luis Viñas Morgade, apodado Manzanita y condenado en la Operación Nécora, estaba en paro técnico por la caída de las descargas en la ría de Arousa, al igual que Juan Marcos Vigo Fernández, de 36 años, con numerosos antecedentes policiales y vinculado por lazos familiares al clan de Los Charlines.
Mientras el grupo gallego se encargaba de pertrechar el velero Pisapo, que debería alijar la droga en alta mar, el Rippide, con cuatro tripulantes indonesios y capitán coreano, se encontraba de camino procedente de Venezuela con 113 fardos de cocaína en las bodegas. Los paquetes, cuyo envoltorio siempre lleva la seña de identidad del proveedor y la procedencia, esta vez estaban marcados con el nombre de Superman. La confianza de los narcos gallegos en coronar la operación para salir de la ruina también quedó recogida en las intervenciones telefónicas. Entre cientos de pinchazos aparecen las llamadas que realizó Manuel Rodríguez Camesella —uno de los presuntos responsables del transporte— a una línea de Tarot. Durante los preparativos, llamó varias veces al día para preguntarle a una pitonisa venezolana si la operación iba a salir bien. Camesella hizo unas 20 consultas a la adivina, que en todo momento aseguraba el éxito de los traficantes, incluso después de que el velero que iba a recoger la droga se averiase.
El 26 de mayo de 2013, ambas embarcaciones tenían que encontrarse en coordenadas prefijadas, después de que el velero fuese reparado en Oporto. Pero una vez en el agua, no fue capaz de navegar emprender viaje y, mientras la organización buscaba otro barco de apoyo, el capitán del Rippide, que llevaba varios días girando sobre sí mismo, a la espera de entregar la carga, había decidido regresar al delta del Orinoco, de donde había partido un mes antes. Las extrañas maniobras del buque en medio del océano facilitaron su localización desde un avión del Ejército del Aire que había salido en su búsqueda, mientras una dotación del Grupo Especial de Operaciones de la Policía, a bordo de patrullero Petrel, de Vigilancia Aduanera, lo asaltaba a unas 1.700 millas de Canarias. Entretanto, en Pontevedra la policía iniciaba un operativo, que iba a prolongarse tres días, con 21 detenidos, entre ellos el enlace sudamericano del cartel proveedor, arrestado cuando iba a subirse a un avión con destino a Madrid.
En los registros no se encontró ni rastro de dinero. En las casas de Carballa y Viñas se localizaron zulos con cajas de joyas vacías, mientras en la de Marcos Vigo solo había gomas para atar fajos de billetes en unos escondites de hormigón. El Rippide, que probablemente no habría podido culminar el regreso a América por su pésimo estado, tardó 15 días en ser remolcado a España por Aduanas. Cada tripulante cobró 6.000 euros en efectivo antes de enrolarse. Uno de ellos llevaba el dinero sujeto al estómago, descubierto cuando fue esposado. También el velero averiado fue localizado por los agentes en Moaña, cerca de Vigo. Se frustraron así los planes para introducir por las Rías Baixas, a través de planeadoras, el mayor alijo con destino a Galicia intervenido desde 2009. Para la policía, el regreso de estos transportes a través del océano, abandonados últimamente en favor de los envíos en contenedores de mercancías, se produce por los grandes beneficios que reportan, ya que multiplican por diez el precio de la cocaína en origen. Son las empresas” multinacionales más rentables, donde no hay ERE y el índice de reincidencia es elevadísimo”, apunta Ricardo Toro, jefe de los Greco.
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