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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Ay, Consuelo, al fin!

La gloria verdadera le sobrevino cuando fue designada directora del IVAM, este es el momento en que se ignora a santo de qué

Tampoco hace tanto tiempo que Consuelo Ciscar era directora de Promoción Cultural y que en calidad de tal promovió, vaya si promovió, La Nau de Sagunt en una de las naves abandonadas de la antigua siderurgia del Puerto de Sagunto. Poco después aquello, que iba a dejar en pañales al Partenón, empezó a hacer agua, que parece la marca de la casa al diseñar macroproyectos, aunque hay que decir que durante algún tiempo se pudo disfrutar allí de montajes escénicos tan notables como las Comedias bárbaras, con dirección de Bigas Luna, y alguna que otra cosa apañadita de la gran trágica Irene Papas. Después, el silencio. Y todavía pueden verse en el solar junto a la nave que tanto prometía los restos calcinados de una escenografía de Calatrava, brillante ingeniero que, a la manera de Pulgarcito, deja rastro allí por donde pasa. Pero la gloria verdadera de esta arriesgada gestora de nuestra cultura le sobrevino cuando fue designada directora del IVAM, este es el momento en que se ignora a santo de qué. Ahí es nada. Disponer de un museo (qué digo museo, todo un instituto moderno) para prolongar sus hazañas artísticas. Y vaya si lo hizo. Ahora se retira por razones de salud. Que se reponga cuanto antes, pero si es posible en su casita, con los suyos, que son muchos. Incluso Miquel Navarro podría hacerle una ciudad entera a su medida, emulando la canción L’arbre de los ahora celebrados 4Z.

Claro que todo eso y mucho más ha sido posible por la molicie de una izquierda, especialmente del PSPV, entregada durante demasiados años a lamerse unas heridas cuyo origen ni siquiera lograban localizar, marchando incansables de derrota en derrota hasta la victoria final, más cargados de razones que de efectividad, que es lo primero que se le exige a una formación política en contienda con otras. Hemos pasado tanta vergüenza. Se han multiplicado hasta el infinito tantos desmanes de la derecha en el poder que ya no nos creemos casi nada. ¿Para qué hacerlo, si hasta un sujeto como Zaplana nos engañaba? Alguien ha dicho que no fueron los valencianos los que pasaron de sus socialistas, sino más bien a la inversa. Algo de razón hay en ello cuando ahora mismo vuelven las batallitas de antaño entre las formaciones políticas de la izquierda plural a cuenta de la designación apropiada de candidatos para instituciones menores o de repesca. Una estupenda manera de afrontar las elecciones europeas. Y las que seguirán. Si esto ocurre ahora, qué pasará cuando lo que esté en juego sea delinear las alianzas necesarias para dar forma al tripartito. Pues que entonces tendremos otra vez la de todos los domingos.

Conviene liquidar de una vez la desvergüenza, no dar lugar nunca más a esa demostración impropia de risitas, risas y risotadas que ha protagonizado el PP en Valencia durante el pasado fin de semana, y de que los políticos dejen de convertir sus actuaciones públicas en el remedo de alegrías infundadas para la foto, de la que salen o entran a espaldas de los ciudadanos. Por no añadir que a menudo son un coro de pésimos actores.

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