_
_
_
_

La Guardia Civil cree que el holandés desaparecido en Petín se despeñó

La hipótesis del accidente cobró fuerza al no hallarse pruebas de un homicidio

Dispositivo de búsqueda de la Guardia Civil
Dispositivo de búsqueda de la Guardia Civil NACHO GÓMEZ

Martin Verfondern se pasó los últimos meses de 2009 avisando de que su vida peligraba. Instaló cámaras alrededor de su casa y cuando salía de ella grababa sus movimientos por la remota aldea que habitaba, por si se terciaba algún choque violento con sus vecinos. Llegó a escribir una carta al alcalde de Petín advirtiéndole de que iba a dirigirse al Rey, al presidente de la Xunta y a la prensa para denunciar el “terrorismo rural” del que se consideraba víctima. Sin embargo, cuatro años después de su misteriosa desaparición, en enero de 2010, la principal hipótesis con la que trabajan los investigadores ya no es la del homicidio, sino la de que Verfondern murió en un accidente de tráfico. Su aparatoso coche paramilitar —verde con manchas blancas porque lo acababa de lijar para repintarlo aquellos días— no habría sido ocultado por ninguna mano preocupada de borrar las pruebas, sino simplemente engullido con su conductor al volante por la naturaleza agreste del lugar.

Más información
Se reactiva la búsqueda del holandés desaparecido hace años
El holandés que nunca apareció, por S. R. PONTEVEDRA

El domingo, una zodiac con sonar de barrido lateral y un helicóptero equipado con dos cámaras, una geotérmica y otra de infrarrojos, peinaron el embalse de Santa Baia y más de 200.000 metros cuadrados de terreno escarpado. Se centraron, sobre todo, en seguir las cerradas curvas de la ruta que lleva desde Petín a la aldea perdida en la que Verfondern llevaba viviendo una década; empeñado, junto a su esposa, Margo Pool, en sacar adelante su proyecto de subsistencia ecológica.

El sonar no detectó nada anómalo en el pantano que se abre, tras una caída casi en picado, a los pies de la peor curva del trayecto. Y a vista de pájaro, en los barrancos, agujeros negros cerrados de vegetación, tampoco apareció nada salvo un par de vehículos abandonados que la Policía Judicial ya conocía. No obstante, al final del día, el equipo compuesto por guardias civiles y técnicos de la empresa madrileña Condor Georadar, capitaneado por Fernando Serrulla, forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga), recogió miles de imágenes termográficas que esta semana van a ser revisadas. Estas fotografías diferencian objetos extraños al entorno por su temperatura. El espectro infrarrojo puede incluso revelar viejas marcas de ruedas invisibles al ojo humano.

“Es la primera vez que se hace en España una búsqueda aérea de un coche por termografía”, explica el forense, impulsor de este nuevo intento después de cuatro años de silencio en aquellas imponentes montañas de pizarra. Condor Georadar, que colabora en otros proyectos de investigación con Serrulla, trabajó en el caso de Marta del Castillo y buscó a los niños de Córdoba en la finca de Las Quemadillas. Esta vez se ofreció a venir a Galicia y desplegar sus medios sin cobrar nada.

La mañana del 19 de enero de 2010, el holandés afincado en el desmoronado pueblo de Santoalla montó en su Chevrolet Blazer y bajó a Petín y A Rúa para hacer la compra en Lidl y revisar el correo electrónico en un bar. Efectivamente, fue al supermercado, pero en el ciber fallaba internet. Los últimos que aseguran haberlo visto recuerdan su coche llamativo e inconfundible perdiéndose tras la rotonda por la retorcida carretera de montaña que lleva a Santoalla. Después, nada más se supo. Verfondern desapareció sin dejar rastro. La Policía Judicial de Ourense investigó a varias personas, ante la sospecha de que podía tratarse de un homicidio por los duros enfrentamientos que mantenía el agricultor extranjero con sus vecinos. Sin embargo, no apareció el menor de los indicios más allá de las malas relaciones, que habían derivado en un reiterado cruce de denuncias en los juzgados de Valdeorras.

“Estaba casi convencido de que el coche iba a aparecer en tierra”, reconoce Serrulla. “A lo mejor habría que buscarlo en Trives, porque pudo cambiar de planes e ir allá buscando una wifi... Nunca vamos a saber lo que le pasó realmente aquel día a Martin Verfondern hasta que no tengamos su cuerpo”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_