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Fotogramas para una cumbre de la novela

Morris, Miguel de Lira y Karra Elejalde ultiman el rodaje de A Esmorga de Eduardo Blanco Amor

Rodaje de la película
Rodaje de la películaNACHO GÓMEZ

Si para algo ha servido el incesante tren de borrascas invernales, ha sido para convertir cualquier rincón de Galicia en el escenario húmedo y lluvioso que Eduardo Blanco Amor estampó en A Esmorga. Y ese orballo casi permanente, a veces incluso molesto para las cámaras, ha sido aprovechado por el equipo encabezado por Ignacio Vilar que rueda la versión cinematográfica de esta obra universal de la literatura gallega. El escritor llevó al papel la primera historia homosexual de Galicia en los años cincuenta, con el recatado franquismo y su censura prohibiendo a toda máquina. De hecho, la novela tuvo que publicarse por primera vez en Argentina porque a los censores les parecían escandalosas las peripecias de los protagonistas con amantes, prostitutas, alcohol y hasta escarceos gays. La versión completa, tal y como fue ideada por Blanco Amor, no fue publicada hasta 2010, cuando se rescataron del olvido los párrafos mutilados en los años sesenta.

Calles y plazas de la zona antigua de Ourense, una discoteca travestida de casa de citas, varios pazos señoriales del sur de Lugo o una taberna de tierra, están permitiendo a Miguel de Lira, Karra Elejalde y Antonio Durán ‘Morris dar vida a los líos de faldas y pantalones que O Cibrán, O Bocas y O Milhomes vivieron en una tragicómica borrachera de 24 horas en Auria, la figura literaria que el autor empleó para simular la ciudad de As Burgas. Incluso han rodado una escena en la histórica capilla del Santo Cristo de la Catedral de Ourense, previo permiso de la Iglesia. Y eso teniendo en cuenta que esta figura religiosa no acaba bien en la historia plasmada en la novela. El equipo se propuso como objetivo “no traicionar el espíritu de A Esmorga”. Por eso el rodaje devolvió, por ejemplo, la Plaza Mayor ourensana al pasado. Los modernos negocios ubicados en los soportales como cafeterías, peluquerías caninas o tiendas de artesanía se ataviaron de época por unos días, junto a decenas de figurantes, coches históricos y oficios casi desaparecidos como limpiabotas o lecheras. Incluso, las mujeres de mandil y pañoleta negra con cestas de mimbre en las manos volvieron a los bordillos de las fuentes termales de As Burgas, convertidas ahora en forillo para las fotos de los turistas y los bañistas termales.

En la bodega del Pazo de Ferreiroá, en Pantón (Lugo), estuvieron rodando esta semana entre cubas de vino y vetustos alambiques de aguardiente. El equipo se muda ahora a Monforte. El Pazo de Tor, la señorial vivienda de los Taboada y Zúñiga, servirá para reproducir la Casa de los Andrada, una de las localizaciones clave de la aventura de los tres hombres. También Licín (O Saviñao) se impregnó de A Esmorga hace unas semanas. Hasta allí se trasladó la Casa da Raxada, en la que vivía una amante de O Cibrán y que en la ficción literaria de Blanco Amor estaba ubicada a las afueras de Ourense, en una zona que ahora ocupa un populoso barrio obrero del sur de la ciudad. En O Carballiño, varios recovecos de una enorme discoteca de 2.000 metros cuadrados cerrada a cal y canto hace años, acogieron a hombres trajeados con billeteras cargadas de dinero y a prostitutas enconsertadas con grandes collares de perlas. No era ningún Oopart. Casi medio centenar de actores recrearon durante dos días la Casa Nonó, un burdel de hace medio siglo en el que O Milhomes se consumía corroído por los celos a ver a sus compañeros de borrachera junto a mujeres. Y en el barrio judío de Ribadavia, la taberna de O Papuxa casi ni se tocó. Todavía conserva un suelo de tierra, tan común en las tascas de aquella época.

La dificultad no pasa exclusivamente por recrear la arcaica Galicia de aquella época. “Tenemos que respetar y adaptar la obra al lenguaje cinematográfico para potenciar lo que tiene la novela, una de las grandes obras de la literatura universal”, explicaba el director la semana que comenzó el rodaje. Se tomaron tiempo para hacerlo. Tras tres largos años de trámites, planes y negociaciones, la novela de Blanco Amor está dando el salto del papel a los fotogramas, con algunas jornadas maratonianas de hasta 14 horas de rodaje. “La novela traspasa el tiempo porque sus mensajes tienen mucho que ver con el presente” dijo Vilar. Si no hay imprevistos, esos tiempos permitirán que la primera copia del filme pueda ser visionada después del verano.

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