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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De centrípeto a centrífugo

Tras perder en 2005 por el flanco de Ciutadans, el PSC sufre ahora un goteo de abandonos y bajas por el lado catalanista

Enric Company

La incorporación de Ernest Maragall a la candidatura de ERC para las elecciones europeas confirma un trascendente cambio de tendencia en la historia del partido. De constituir desde sus orígenes en 1978 un núcleo generador de una potente fuerza centrípeta capaz de agrupar a la mayoría de la izquierda, el PSC ha pasado a ser una centrifugadora que expele lo que antaño atraía.

Esta tendencia se había apuntado por primera vez en 2005 cuando un grupo de políticos e intelectuales entre los que había bastantes afiliados, votantes y ex simpatizantes socialistas creó Ciutadans-Partido de la Ciudadanía. Los impulsores de Ciutadans consideraron en su momento que el PSC se había tornado un partido nacionalista catalán y les resultó inasumible que formara coalición de gobierno con un partido independentista como ERC. Se fueron y alzaron su propia bandera.

Fue un primer hito negativo para el PSC, claramente, pero por sí solo no bastaba para marcar una tendencia en la trayectoria de un partido habituado a sumar y sumar, no a restar. Aunque Ciutadans siga siendo un polo de atracción en algunos segmentos del electorado socialista, lo cierto es que ya no lo hace como fuerza de izquierdas. En menos de 10 años ha pasado a engrosar la larga lista de los partidos que aseguran que no son ni de izquierdas ni de derechas. Lo que predica, sobre todo, es un cierto españolismo centralista en competencia con el PP.

La impotencia del PSC ante la centrifugación apuntada en 2005 empezó a confirmarse desde 2010 a medida que en Cataluña crecía el soberanismo y el PSC tenía cada día más dificultades para gobernar las posiciones contrapuestas que en su seno se configuraban a propósito de la celebración o no de una consulta sobre el futuro político de Cataluña. Sucedió lo que muchos dirigentes socialistas temían. La polarización política en torno al eje Cataluña-España provocó alineamientos contrapuestos dentro del partido. Había que elegir entre el padre y la madre, terrible disyuntiva. De la misma forma en que en 2005 el PSC registró la pérdida de un grupo que sin rubor alguno, al contrario, con orgullo, se definía a sí mismo como españolista, ahora está perdiendo a grupos y sectores catalanistas que se han descubierto en minoría en el partido.

El paso dado por Maragall es inquietante para el PSC porque garantiza que va a existir una presencia pública de un banderín de enganche para socialistas catalanes disconformes o descontentos

Es un cambio mayúsculo en la historia del PSC. Viene produciéndose desde hace un par de años, en forma, sobre todo, de un goteo de abandonos, de bajas individuales o de reducidos grupos locales. Ya durante la etapa del Gobierno de José Montilla creció un fuerte malestar por lo que algunos sectores socialistas estimaban como excesiva preponderancia, e incluso imposición, de los intereses del PSOE y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sobre los del PSC y el Gobierno de la Generalitat que compartía con los otros partidos de izquierda. Desde entonces solo Ernest Maragall se ha decidido a llevar esta disconformidad hasta un punto de ruptura, abandonar el PSC y crear un nuevo partido, la Nova Esquerra Catalana, que acaba de sellar un pacto con ERC para las elecciones europeas del mes de mayo.

El paso dado por Maragall es particularmente inquietante para el PSC porque garantiza que a partir de ahora va a existir una presencia pública de un banderín de enganche para socialistas catalanes disconformes o descontentos con el partido de Pere Navarro. Maragall sostiene, no sin argumentos, que el PSC ha dejado de ser un partido con proyecto catalán para pasar a ser la agencia catalana del proyecto del PSOE para España. Es decir, un partido cuyas opciones estratégicas las toma el PSOE. Más o menos como el PSE en el País Vasco. O, en un caso de rabiosa actualidad, como el PSN en Navarra. Es la dirección central del PSOE la que decide si se presenta o no una moción de censura al Gobierno Foral de Navarra. Y el PSOE, a la vista está, es en este tipo de asuntos territoriales un partido aterrorizado por el PP y lo que podríamos describir como su “potencia de fuego mediática”.

Esta situación se da en el marco de lo que un ex dirigente tan destacado como Joaquim Nadal calificaba el sábado en un artículo en la prensa de Girona como inexorable proceso de dispersión socialista. Nadal censura la indiferencia de la actual dirección ante el distanciamiento de dirigentes que critican su orientación, alerta de que el goteo de bajas y la diáspora de afiliados lleva camino de reducir la presencia municipal del PSC en amplias zonas del país y advierte de que el castigo a los tres diputados que votaron distinto en el Parlament sobre la consulta se convertirá en un castigo a las organizaciones locales y territoriales que les apoyan.

La apuesta federal del PSOE, que la dirección de Pere Navarro creyó que podía actuar como síntesis de posiciones diferentes en el eje político Cataluña-España, ha resultado ser insuficiente, de momento, para evitar la confirmación de la tendencia centrífuga. Si esta tendencia se mantiene, llegará el día en que habrá suficientes ex militantes y ex dirigentes socialistas y catalanistas como para que surjan intentos de reagrupación como el encabezado ahora sin éxito por Ernest Maragall. Más o menos como sucedió con los españolistas que crearon Ciutadans.

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