Salvado por el ferretero
El poeta construye sus ‘peruanadas’ en la librería Arrebato con materiales que obtiene en una de sus tiendas de cabecera. En bares y restaurantes disfruta de la vida
1. El Tercer Tiempo. Es un garito que abre hasta tarde, que nunca está lleno y en el que siempre hay gente del barrio, y eso es lo que mola, que no hay tonterías y la gente está a gusto. El volumen de la música te deja hablar y escaleras abajo hay un futbolín gratuito (Quiñones, 19).
2. Arrebato Libros. En el sótano de esta librería de viejo especializada en la poesía más vanguardista tengo un pequeño estudio donde hago mis peruanadas y fraguo muchas cosas con Pepe, que además de librero es mi amigo y mi editor. Arrebato es un foco que apoya esta cosa inexistente que yo llamo la industria de la poesía, y organiza el festival anual Poetas por Kilómetro Cuadrado (La Palma, 21).
3. Restaurante peruano Chincha. No es un restaurante temático, es un lugar cotidiano donde comes como si estuvieras en Lima. Tiene un menú del día muy amplio: yo recomiendo el ají de gallina; y el ceviche es buenísimo… Ponen, por ejemplo, tallarines verdes, que son espaguetis al pesto, platos que hay en cualquier restaurante de la calle en Lima (Mostenses, 3).
4. Pizzería Maravillas. Es la pizza que más me gusta de Madrid y puede que del mundo (la cocinera es peruana) y tiene esa terraza maravillosa desde la que en verano se atisba la mejor mesa de Malasaña, que es la del Bar 2D, allá enfrente. Es esa mesa en la que estás medio fuera medio dentro del bar, ideal para disfrutar de un gin-tonic (Dos de Mayo, 9).
Versos que suben a escena
Apodado como "el poeta menos conocido del mundo" o "el peruano volador", Peru Saizprez es uno de los poetas que tratan de arrancar el poema de la página y subirlo a la escena. Hotel Trip Càrnival, publicado por Arrebato, es su nuevo libro.
5. Ferretería Venecia. Voy casi todos los días. Compro un tornillo para casa, un antideslizante, y también encuentro de todo para los objetos que hago con fines poéticos, las peruanadas. Los ferreteros saben solucionarte cualquier problema que puedas imaginar (San Bernardo, 64).
6. Bodegas Rivas. Me hubiera gustado recomendar diez bares tradicionales madrileños pero me quedo con este. Son únicos en el mundo: las cañas bien tiradas, los encurtidos, la barra metálica, los colores, las botellas… y se mezcla todo tipo de público, señores mayores o rockeros (Palma, 61).
7. Cines Verdi. Es un cine de versión original, pero de barrio. Siempre ha apoyado los cortos y los fines de semana tiene una iniciativa que se llama Verdi Kids, en la que ponen películas de animación muy interesantes para los críos (Bravo Murillo, 28).
8. El Melos. Me gusta su famosísima y enorme zapatilla a base de queso de tetilla y lacón, combinada con unos pimientos del padrón. La croqueta también es maravillosa. Tiene unos horarios algo raros, pero cuando lo encuentras abierto siempre hay mucho lío (Ave María, 44).
9. Museo Reina Sofía. No voy tanto como antes por la cuestión paternal, pero una de las primeras cosas que hice con mi hija Dadá (mi otro hijo se llama Lorca) fue traerla aquí. Me gusta mucho la colección permanente, es un privilegio tener el Guernica ahí. Le debo mucho porque en una exposición de 1996 descubrí el movimiento Zaj que fue muy inspirador (Santa Isabel, 52).
10. Parque del Oeste Bajo. Me gustan los lugares poco concurridos y este es uno de ellos. En la parte baja, cuando cierran al tráfico los sábados y domingos, se convierte en una sala de juegos. Hay gente haciendo skate, bicicleta, etc. Suelo hacer picnics urbanos con mi familia y amigos cuando llega la primavera.
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