La estirpe del forajido
Shooter Jennings, hijo del legendario Waylon Jennings y de la intérprete Jessi Colter, muestra por primera vez su inquieto country-rock en Madrid
Cuando tu padre y tu padrino son iconos de la música estadounidense y tu madre, intérprete destacada del country, el listón artístico se antoja abrumador. No parece el caso de Shooter Jennings (Nashville, 1979), hijo del fallecido Waylon Jennings y de Jessi Colter, ahijado de Johnny Cash y dueño ya de una notable carrera discográfica. “También viajé de crío con The Highwaymen [el supergupo de su padre, Cash, Willie Nelson y Kris Kristofferson] y obtuve una educación por la que muchos matarían. Pero no me caso ni con el country ni con el rock ni con ningún otro género: pretendo ser simplemente yo”, proclama el músico con su primera actuación en Madrid.
La banda que le acompaña en su tour español no es Triple Crown, respaldo en sus dos últimas entregas de estudio (“instrumentistas tan requeridos que al viajar ya no puedo permitírmelos”), sino un cuarteto no ligado a ninguna de sus etapas. “Músicos de Nashville capaces de tocar todos mis estilos y sonidos de estos años”, dice.
Ancha panoplia, por cierto: del hard rock y el southern rock al outlaw country, pasando incluso por una aventura conceptual de, digamos, prog-metal. “En cada paso me siento en un periodo de autodescubrimiento que nunca acaba y que genera cambios sutiles. Ahí reside la magia”, afirma.
Ecléctico y familiar
El eclecticismo de Shooter Jennings lo mismo le da para producir la próxima entrega de la pionera del rockabilly Wanda Jackson que para ir perfilando un proyecto compartido con Marilyn Manson. O para versionar a Harry Nilsson en la apertura del último disco: "Su The flying saucer song se parecía tanto a cómo me sentía entonces que hasta me tatué la letra en la espalda".
En su propio sello, Black Country Rock, Shooter va a editar este año un álbum inédito que grabó con su padre en los noventa, Fenixon. Y persigue devolver a su madre a un estudio de grabación. Al progenitor lo encarnó como actor en Walk the line, el biopic de Johnny Cash. Y prepara ya, como coproductor, el del propio Waylon Jennings, ese que al nacer le apodó Shooter (tirador) al verle orinarse encima de la enfermera. "Creo que será un biopic muy diferente, que podría cambiar la forma de hacerlos en el futuro".
Lo cierto es que Shooter, embrujado de adolescente por bandas como Guns N’ Roses, comenzó coqueteando con el rock duro al frente de Stargunn cuando residía en Los Ángeles. Y no solo se hizo un pequeño nombre con su grupo, sino que llegó a presentarse dos veces a audiciones en las que se buscaba vocalista para Velvet Revolver, el combo formado por exmiembros de Guns N’ Roses. “En una me puse muy nervioso. Y en la otra me pidieron escribir una canción a partir de una música de ellos: me salió tan mal que ni la envié. Tampoco creo que fuera el mejor cantante para su repertorio”.
La epifanía roots le llegó después, cuando abrazó sus raíces familiares de outlaw country (el que se enfrentó en los setenta, con su padre a la cabeza, a la relamida industria de Nashville cambiando arreglos de cuerda por guitarras de rock). Tres trabajos de estudio y uno en directo jalonaron esa fase con otra banda como soporte, los .357s. En el postrero The wolf (2007), menos country-rock y más tradicional, Shooter hasta se permitió un cover del Walk of life de Dire Straits. “Fue un guiño a mi infancia, nunca la hicimos en directo pese a que me gustó cómo había quedado. Estábamos ya a la greña y a punto de disolvernos”.
Y a vueltas con el dichoso término de outlaw (fuera de la ley o forajido en inglés), Shooter muestra su disgusto: “Me parece el más sobado del mundo. Y me molestan los que se lo aplican ahora para describirse, recelo de ellos”. Con la canción Outlaw you, incluida en The other life, su espléndido álbum de 2013, ahondó al respecto: “Denuncio a los artistas manufacturados que, pese a estar bajo el control de otros, presumen hoy de hacer las cosas a su manera. Quería que las nuevas generaciones supieran por qué se calificó así a mi padre y sus amigos. Ellos sí lograron esa libertad frente al establishment. Pero por lo que a mí concierne, la palabra está muerta”. Eso no quita para que en el programa de radio que comanda desde hace años, Electric rodeo (Sirius XM 60), el hijo del outlaw promueva artistas underground que sí podrían, por talento e independencia, lucir el epíteto.
Shooter considera Family man (2012) su verdadero primer disco en solitario: “Había escrito todos los temas sin ninguna ayuda de mi banda, y ejercí yo mismo de productor. Ya no era un veinteañero”. Un año después, ideó para The other life no ilustrar sus canciones con videoclips, sino concebir un único filme asociado al álbum. “La música con imagen siempre me ha resultado un medio idóneo. Echo mucho de menos la vieja MTV con la que me crié”.
Y alguien muy asociado al cine, el novelista Stephen King, fue el invitado estrella en Black ribbons. Así se llama el experimento de Shooter en 2010: un salto de riesgo en forma de álbum conceptual, ajeno al country y bañado en metal y psicodelia. “Quería que Stephen hiciera de DJ y lo logré a través de amigos comunes. Sabía que muchos no entenderían el disco. Pero yo no soy mi padre, ni tampoco una especie de rebelde sureño pendenciero y con pistola. Más bien llevo dentro un tipo más oscuro e intelectual, además de ser un friqui de los ordenadores. Black ribbons es un buen reflejo de quién soy realmente”.
Shooter Jennings actúa hoy en la sala Copérnico, 20.30.
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