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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sobreviviendo al cliché

Quique González sigue contando sus frecuentes conciertos en Valencia por victorias abultadas

Con una concluyente satisfacción entre su parroquia, Quique González sigue contando sus frecuentes conciertos en Valencia por victorias abultadas. El recurso al símil deportivo podría parecer, al margen de muy recurrente, gratuito, pero tampoco se antoja un capricho si de lo que se trata es describir el trayecto actual de un autor que tampoco los escatima (Delantera mítica es el nombre de su último álbum), y que siempre ha caminado sobre el muy codificado filo por el que se desliza un imaginario sonoro y lírico tan reconocible como aparentemente alejado de nuestra cultura más próxima.

El madrileño lleva años convertido en nuestro trovador eléctrico del rock de raíz norteamericana por antonomasia, y al final no queda más remedio que aceptar que la superación de ciertos estereotipos y clichés (que obviamente pueden desprenderse de su propuesta) queda supeditada a lo único que, al final, acaba importando: la consistencia de sus canciones. Y en ese sentido, su última entrega (que repite hechuras, de nuevo con producción de Brad Jones en Nashville) supone una cierta recuperación respecto a la tibieza del taciturno Daiquiri Blues (09), enmarcada en un trayecto que corona ya tres lustros con sus lógicos altibajos.

Quique González

Quique González: voz y guitarra; Eduardo Ortega: guitarra, mandolina, violín; Pepo López: guitarra, mandolina; Alejandro 'Boli' Climent: bajo; Eduardo Olmedo: batería. Sala Noise. Valencia, 14 de diciembre de 2013.

Contribuye también a ello su actual formación, quizá la más netamente rockera de entre las muchas que le han acompañado. Con la base rítmica de los valencianos Señor Mostaza (solventes escuderos a sueldo de muchas luminarias del rock estatal) y las guitarras de Pepo López y el versátil Eduardo Ortega. Ambos apuntalan la solidez de un directo que también recupera vigor respecto a la gira del que fuera su anterior álbum, y prolongan la diversidad de texturas del historial en directo del madrileño, siempre jalonado por sus partenaires a la guitarra principal (Carlos Raya, David Gwynn, Javier Pedreira o David Soler).

Todo esto, huelga decirlo, ya lo sabían quienes se acercaran a verle hace solo ocho meses en la misma abarrotada sala. Electricidad, mandolinas, harmónica y ni rastro de teclados. Un set directo y sin exceso de florituras, espoleado por un arranque enérgico, puenteado con interludio acústico y rematado con la relectura galvánica de algunos clásicos (así como otros que, nacidos ya eléctricos, no necesitan mayores chutes de adrenalina). Una treintena de canciones servida bajo un guión tan previsible como calórico, exultante de vigor.

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