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arte

Seducidos por el trazo japonés

Caixaforum expone 200 obras que documentan el flechazo que vivió toda Europa ante la cultura nipona a finales del siglo XIX y en el inicio del XX

Una de las piezas expuestas en Caixaforum.
Una de las piezas expuestas en Caixaforum.MÁXIMO GARCÍA

Nuevas imágenes, nuevas composiciones estéticas y nuevas formas de concebir el arte. La Europa de finales del XIX, con su capital artística en París sucumbió sin apenas resistencia al despliegue visual y poético llegado de Japón después de que el archipiélago decidiera abrir sus puertos en 1860. El motivo fueron las relaciones comerciales, pero en realidad fue una apertura al mundo que revolucionó el concepto de modernidad. Trastocó la manera de mirar el arte en el XIX y durante las primeras décadas del XX.

En España fue seguido por un importante grupo de artistas que lograron que esa fascinación fuera recíproca. Mariano Fortuny, Pablo Picasso, Alexandre de Riquer, Santiago Rusiñol, Adolfo Guiard, Joan Miró, Isidre Nonell son algunos de los muchos nombres que forman parte de la exposición Japonismo que se puede ver en la sede madrileña de Caixaforum. Procedente de Barcelona, ambas muestras varían en su contenido ya que al proceder en su mayor parte de colecciones privadas, más del 40%, el tiempo de préstamo es limitado. La exposición arranca en el siglo XVI durante los primeros intercambios comerciales y culturales entre España y Japón y concluye en 1936, comienzo de la guerra civil española. No están por tanto artistas cuya obra se desarrolló después de esa fecha y que, como Antoni Tàpies, asumieron la cultura japonesa como algo propio.

'Retrato de E. C. Ricart', de Joan Miró cedido por el Moma de Nueva York.
'Retrato de E. C. Ricart', de Joan Miró cedido por el Moma de Nueva York.

El historiador Ricard Bru i Turull, comisario de la exposición, considera que el japonismo es un movimiento equiparable al impresionismo y asegura que su conocimiento supuso un arrebato cultural de tal porte que nadie que se considerara moderno o entendido en nuevas tendencias fue ajeno a su influjo. Esa influencia general se ha contado en muchas otras exposiciones, pero ninguna ha detallado su influencia en España y especialmente en Cataluña, donde produjo el modernismo y un seguimiento total entre los artistas de la época. “He querido contar la apasionante historia de descubrimientos e intercambios que arrancan de la llegada de los primeros misioneros españoles, en el periodo namban (1543-1639), hace más de 400 años hasta la seducción total de la sociedad de 1900 y décadas posteriores. Ellos aportaron todo un mundo con nuevas ideas, colores, formas y planteamientos estéticos que alimentaron los grandes movimientos europeos del siglo (impresionismo, postimpresionismo, simbolismo). En España, la seducción fue tal que arrasó en mobiliario y tejidos. La primera tienda abierta bajo su influencia, fue en Madrid. Se llamó La Japonesa y estaba situada en la calle Cádiz, 16”.

Anécdotas aparte, el comisario explica que Japón aportó unas imágenes de tal belleza y calma que los artistas las usaron inmediatamente para renovar sus planteamientos, en un elemento momento de sequedad creativa en Europa. “Fueron muchos los pintores que profundizaron en el conocimiento del arte japonés. Se creó un intenso comercio de obras, se formaron grandes colecciones y algunos artistas incluso viajaron a Japón para beber de las fuentes originales de aquel arte que les seducía”.

Viajaran o no, hicieron un gran acopio de estampas de las que extrajeron sus delicados motivos y aprendieron diferentes resoluciones técnicas, como por ejemplo, la perspectiva que hasta entonces se planteaba a ras de suelo. “Con la mirada en el techo, descubrieron que la verticalidad, daba nuevas posibilidades a las composiciones”, explica Bru.

Después de una breve introducción a los primeros contactos entre España y Japón, entre 1549 y 1624, año en el que se prohibe la llegada de barcos españoles. La relación se recupera en 1868, con la restauración imperial Meiji y la apertura del archipiélago al mundo.Los grabados japoneses muestran nuevas maneras de aplicar el color, con superficies de colores planos y entornos marcados que inspiraron el cartelismo que en esos años se hace tanto en París como en Barcelona. La pieza principal de esta sala es un bellísimo y raro biombo (en Europa existen solo seis), en el que se narra la llegada de un grupo de portugueses a las islas vestidos con ropas (bombachos, botines) nunca vistos en Japón. La representación de la naturaleza es aquí más libre y armónica de lo que se conocía.

Mariano Fortuny, gran introductor del arte japonés en su papel de artista, coleccionista y difusor, ocupa un lugar esencial en la exposición. Su obra Los hijos del pintor en el salón japonés (1874), prestada por el Prado, resume perfectamente la influencia del arte japonés en estos artistas.

Pero hay un momento concreto que explica los lazos especiales que se crean entre Japón y España. Es la exposición universal de Barcelona de 1888, reconstruida en parte para esta exposición. Fue el primer certamen internacional celebrado en España y la primera ocasión en que Japón se presentaba de forma oficial en España, con la aportación de muestras representativas de sus mejores industrias y de algunos de sus mejores artistas. Ahí empezó de verdad la locura por lo japonés. Los coleccionistas invirtieron sus ahorros en las nuevas obras y los artistas se inspiraron sin recato en lo que tenían delante, una fascinación que siguió viva durante muchos años y que fue prolongada por los mejores artistas de este país.

Japonismo. La fascinación por el arte japonés. Caixaforum. Paseo del Prado, 36. Hasta el 16 de febrero. Entrada: 4 euros.

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