Cómo hacer cuajar un festival
El Dcode, que celebra hoy su tercera edición en formato reducido, aspira a estabilizarse en Madrid, lo que no ha conseguido ningún macrofestival en los últimos 20 años
Cayeron Festimad o Metrorock; es más que probable que la próxima edición de Rock in Rio no se celebre; el Día de la Música lucha cada año contra las incertidumbres, y el Dcode ha reducido su duración de dos días a uno. Madrid, una capital con 3,2 millones de habitantes dentro de una región con otros tres millones de personas, no ha conseguido que echara raíces ningún macrofestival de música en los últimos 20 años. En ese periodo, Barcelona ha alimentado dos eventos de proyección internacional (Sónar y Primavera Sound), además de consolidar otras propuestas como el Cruïlla o BAM.
“Madrid siempre ha tenido un problema de recintos. Lo que se ha hecho ha sido casi siempre fuera de la ciudad”, cuenta Roberto Grima, uno de los directores del Dcode, que hoy abre sus puertas en el campo de Cantarranas (Ciudad Universitaria) con el aforo vendido —25.000 entradas— gracias al tirón de grupos como Franz Ferdinand o Amaral. En Dcode se congratulan por haber encontrado “un oasis” como el de Ciudad Universitaria, “está cerca del centro, se puede venir andando, tiene buenas comunicaciones, hay césped, y está en una universidad dispuesta a apoyarlo”, resume Ramón Martín, que también señala el inconveniente de que el crecimiento del festival está limitado: “Aquí no podemos meter 60.000 personas”.
Por ahora, el reto del Dcode, que cuenta con el respaldo de la promotora multinacional Live Nation, es estabilizarse a largo plazo. Para ello es fundamental la colaboración de las instituciones, sobre todo del Ayuntamiento de Madrid, algo que los organizadores del festival (Grima, Martín y Jorge Cambronero) aún aprecian como escaso: “En Madrid, a diferencia de otros sitios, primero tienes que demostrar que vales para que te apoyen”, opina Martín: “El Ayuntamiento y la Comunidad nos ayudan con la promoción, cediendo soportes, pero aún estamos muy lejos de los apoyos de otras regiones, como Murcia, Cataluña y el País Vasco”.
Enrique Calabuig, que ha organizado cuatro ediciones del Día de la Música en Matadero, recalca la necesidad de valorar los festivales musicales como actividades culturales y reclamos tuísticos. “Si la música se tacha de algo transgresor, no propiamente cultural, el resto del camino es difícil. No se trata de que el ayuntamiento ponga dinero, porque hay que ir a una financiación mixta, pero sí de que haya apoyos administrativos, no trabas. Sin saber con meses de antelación si cuentas con el recinto y tienes fechas cerradas es complicado buscar patrocinios o contratar artistas de primer nivel”, cuenta Calabuig, que espera poder anunciar el Día de la Música 2014 en octubre.
Todos los entrevistados coinciden en resaltar que en Madrid hay público suficiente para una o varias citas de este tipo, pero también destacan la eficacia de un gran festival como atracción turística. Hay que volver a mirar a Barcelona, una potencia del sector del turismo a la que contribuyen festivales como Sónar o Primavera Sound, cuyo impacto económico conjunto en la ciudad se acerca a los 120 millones de euros. Para Jorge Cambronero, del Dcode, otros datos también hablan del magnetismo de estos eventos: “La semana del Primavera Sound [última de mayo] el tráfico aéreo en El Prat sube un 2%. Eso son muchos aviones. En Barcelona han entendido que los festivales son reclamos para captar al turismo joven”.
Tener en una ciudad infraestructuras como el Fòrum, donde se realizan Primavera Sound, Cruïlla y Sonisphere, ayuda. Lo sabe Julio Muñoz, que como responsable del Festimad vivió ese déficit de espacios adecuados. Se organizó en el parque de El Soto (Móstoles), desde 1996 hasta 2004, “cuando cambió el gobierno municipal con un sorprendente programa cultural: ‘Festimad sí, pero no en El Soto”. En 2005 se hizo en La Cantueña, entre Fuenlabrada y Parla, pero una tormenta, agravada por “la falta de infraestructuras estables en el recinto”, acabó con el formato de macrofestival del Festimad, que en los últimos años ha vuelto a sus orígenes como evento urbano compuesto por conciertos en salas de Madrid. “En la época del boom inmobiliario mandaba la especulación y ningún ayuntamiento te dejaba un espacio para invertir en él y acondicionarlo: luz, agua, accesibilidad, vallado... Todo eso lo tiene el Fòrum, y a nosotros se nos iba el 50 % del presupuesto en montar y desmontar cada año”, indica Muñoz. “Tras la tormenta, pedimos a los ayuntamientos de Fuenlabrada y Parla una inversión en infraestructuras estables pero no lo consideraron necesario. Lo que no impidió que Parla construyese al año siguiente una plaza de toros con un presupuesto 20 veces mayor”.
Parece que en Madrid la música nunca es una prioridad, pero ya que los Juegos Olímpicos no van a impulsar la ciudad, tal vez pueda hacerlo la cultura. Es lo que cree Enrique Calabuig: “Habida cuenta del globo pinchado de las Olimpiadas, ahora más que nunca hay que ponerse las pilas con un plan estratégico cultural y turístico”.
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