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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alto voltaje judicial

Pocas veces ha dependido tanto de los tribunales –o de un piquete de jueces laboriosos y audaces- la regeneración de la vida pública

No es verdad que quien siembra vientos recoge tempestades, versión lírica de quien la hace, la paga. Basta ver cuántos banqueros o políticos hay en la trena, no obstante las galernas financieras y saqueos que han promovido unos y otros a lo largo de estos años. No obstante, parece que por estos pagos, la justicia, después de haber rumiado despaciosamente, como suele, los contenciosos públicos que lleva entre manos, va a sentar en el banquillo a una pulida nómina de gobernantes en ejercicio –o que lo han sido hasta ya mismo-­ para darle a cada cual lo suyo, como debe. Pocas veces ha dependido tanto de los tribunales –o de un piquete de jueces laboriosos y audaces- la regeneración de la vida pública y la misma restauración del prestigio social de los juzgadores, tan venido a menos.

Tal cual se pronosticaba, estamos ante un otoño caliente, galvanizado por un alto voltaje judicial. Acaba de ser noticia que el caso Nóos, que instruía el juez Pedro Castro en Mallorca, puede ser asumido por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, lo que conllevaría el empapelamiento del expresidente Francisco Camps y la alcaldesa Rita Barberá, si son imputados por los delitos de malversación, prevaricación, fraude y falsedad en documento oficial. En suma, por los chollos económicos otorgados obsequiosamente al duque de Palma, evaluados en 3,5 millones de euros a cambio de poco más que unas fotos con el aristócrata. Un timo, en suma, que ha costado un pastón al erario.

Como era de esperar, el cambio de instancia judicial ha excitado algunas susceptibilidades por las demoras y amaños que tal cambio pudiera conllevar. Motivos no faltan para que los dedos se nos tornen huéspedes. No obstante, las rigurosas investigaciones llevadas a cabo por el citado juez y los nuevos aires que parece que soplan en la judicatura autorizan a pensar -con la venia de los eminentes peperos Fernando de Rosa, el mismo ministro Ruiz-Gallardón y asimilados- que los presuntos imputados van a encontrar la horma de su zapato. En el seno del PP se percibe el pesimismo a este respecto y a ello contribuyen las pueriles proclamas de la edil alegando que ella no ha firmado nada, que los responsables deben ser algunos subalternos con mando en plaza que han decidido a sus espaldas. Patética. Cada día su figura política se asemeja más a una gárgola del viejo PP.

Otro peso pesado que se sentará en el banquillo es el exconsejero Rafael Blasco y su mariachi a propósito del caso Cooperación. Solo falta que se fije la fecha para la celebración de la vista oral. Los presuntos delitos que se le imputan son los habituales: malversación de caudales públicos, prevaricación, tráfico de influencias y algún otro, con petición de graves penas. Y no acaban ahí las desdichas judiciales que aguardan y que requerirán oportunamente su glosa. Por el momento, lo que no podemos soslayar es la consideración ácida y despectiva que suscita este asunto, sin duda por las circunstancias que concurren, pues saquear las ayudas al Tercer Mundo –que de eso se trata- es tanto como guindarle el platillo a un ciego. Es muy triste que una trayectoria política tan densa acabe como pasto de la crónica judicial y de sucesos.

Y esta es tan solo la posible apertura de la pasarela de empapelados del PP que desfilarán los próximos meses. “Sí, sí", contesto a mis habituales replicantes, "el PSOE también va bien aviado de golfantes”. El caos, tristemente, es general, con las debidas excepciones.

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