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Los barones del PP marcan territorio

Rita Barberá realiza una demostración de su poder en una cena de exaltación de su gestión

Miquel Alberola
Rita Barberá, entre Serafín Castellano, Alberto Fabra y Alfonso Rus, ayer en el acto del partido en Valencia.
Rita Barberá, entre Serafín Castellano, Alberto Fabra y Alfonso Rus, ayer en el acto del partido en Valencia.JOSÉ JORDÁN

Cuando el proyecto colectivo zozobra, los personalismos afloran. El desasosiego electoral que vive el Partido Popular en la Comunidad Valenciana, atenazado por la desesperada situación financiera de la Generalitat, la erosión judicial de sus abundantes casos de corrupción y el frágil liderazgo de Alberto Fabra, ha llenado el escenario de actos de exhibición de poder por parte de los principales barones. El objetivo, más allá del pretexto de despedir el curso político que termina, no es otro que marcar el territorio para tratar de acaparar los restos ante un eventual descalabro, una opción que con las llamas del fuego encendido por el extesorero Luis Bárcenas gana en probabilidad, según destacados militantes.

Si hasta ahora este tipo de cenas eran unitarias y solían convocarse a finales de agosto o principios de septiembre, la situación de degradación que vive el partido las ha anticipado y atomizado, siendo más importante lo que se representa que lo que se dice. El presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, fue el pionero en organizar un acto masivo el pasado viernes en Sueca, donde reunió a unas 2.000 personas. En los últimos meses Rus se ha esforzado en acentuar su singularidad en el PP valenciano manteniendo la distancia con Alberto Fabra y una posición exigente con el Gobierno central. Asimismo, su gestión lo ha mantenido ceñido al área de seguridad del déficit y la corrupción.

Las cenas unitarias se atomizan ante la degradación del partido

El acto de Sueca, al que asistió el presidente de la Generalitat, no fue solo un masaje colectivo al presidente provincial del PP valenciano, sino una llamada de atención orgánica en un momento en que Serafín Castellano, su principal adversario y el secretario general del partido, pende de un hilo ante la posibilidad de resultar imputado por las adjudicaciones concedidas a un empresario amigo en sus años de consejero de Sanidad. El propio Rus calificó el acto de “un éxito” y bromeó sobre sus pretensiones, que, desde su punto de vista, no eran tanto “medir fuerzas” como “medir altura”.

Tan solo tres días después, el presidente provincial de Alicante, José Ciscar, hizo lo propio en Elda. En apariencia, se trataba de celebrar el aniversario de su llegada al cargo, desde el que ha liquidado el armazón que acomodó Eduardo Zaplana y ha frenado las pretensiones de la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, imputada en el caso Brugal. Pero bajo la celebración de la efeméride y la aclamación de cientos de delegados, brillaba la exigencia de Ciscar de fijar una posición de fortaleza en la estructura del partido. Junto al poder que ha acumulado en la vicepresidencia del Consell, con casi ilimitadas responsabilidades, Ciscar se sitúa en un lugar privilegiado ante cualquier contingencia que apeara a Fabra del cargo.

El entorno de la alcaldesa resalta su gestión ante su pérdida de fuelle
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Mientras Ciscar hacía desfilar a su tropa, el entorno de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, sorprendió a la militancia con su intención de celebrar un acto, que tuvo lugar anoche en uno de sus espacios favoritos, junto al edificio Veles e Vents, para reivindicar su gestión (“los mejores resultados electorales en la ciudad en las últimas dos décadas y la aprobación ciudadana más amplia de nuestra historia democrática”). Barberá, que ha perdido fuelle con Emarsa y Gürtel, y está acosada judicialmente por el caso Nóos, anunció recientemente que volvería a presentarse a la reelección como alcaldesa, en cuyo cargo lleva 22 años. Sobre ese pedestal, afirmando que El Cabanyal era su prioridad, hinchó su bíceps anoche ante Fabra y Rus.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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