Hasta que reventemos
El trío se muestra acelerado, enfurecido, presa de la urgencia, encadenando canción tras canción y pasado de revoluciones
Llevaban ocho años los Blues Explosion de Jon Spencer sin entregar nuevo disco, así que pareció como si el de Nuevo Hampshire no tuviera anoche un minuto que perder en la Sala But. El trío se mostró acelerado, enfurecido, presa de la urgencia, encadenando canción tras canción y pasado de revoluciones hasta en los fulgurantes parlamentos. Incluso amenazó con la retirada a los 55 minutos, aunque los bises prolongaron la sesión media hora más.
No permiten los tiempos andarse con medias tintas. Toca estar a setas o a rólex, y Spencer ha optado por la vía expeditiva: subir los amplificadores y el índice de distorsión (en el caso de la voz, hasta lo irritante), alborotar el metrónomo, ponerse bruto, exprimir la furia. Y así, hasta que reventemos. Los tímpanos, el sistema o nosotros mismos.
Lo malo de escorarse es que en el tránsito se desdibujan matices interesantes. Spencer nunca ha sido hombre de sutilezas, pero ahora la explosion arrambla con todo. Hasta con el blues, que solo asoma con la armónica del segundo guitarrista, Judah Bauer. El sonido del trío es necesariamente sucio, pero la acústica de la But, ayer desquiciante, lo convirtió en opaco e indescifrable. Jon se sacudía el sudor a mares con la frustrante sensación de que su caudal de adrenalina no llegaba a verterse del todo sobre el público. Por lo demás, el material de Meat + bone, regreso discográfico de la banda, es tan musculoso como poco memorable. Vale que casi nada de cuanto escuchamos está destinado a la posteridad, pero las piezas del álbum son de combustión tan rápida que se nos disipan de la memoria antes de subir la escalinata de salida.
La idea de sacrificar el bajo para duplicar las guitarras es muy válida: eriza el sonido y encabrita el ánimo. Con un repertorio tan lineal, sin embargo, la excitación se queda sin culmen. Solo en el último tramo pareció que sucedían cosas: Bauer se marcó una insólita parte rapeada, el batería (Russell Simins) ejerció de muy decente vocalista y Spencer enloqueció con el theremin a lengüetazo limpio. Pero poco más.
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