_
_
_
_
rock | jon spencer blues explosion

Hasta que reventemos

El trío se muestra acelerado, enfurecido, presa de la urgencia, encadenando canción tras canción y pasado de revoluciones

Llevaban ocho años los Blues Explosion de Jon Spencer sin entregar nuevo disco, así que pareció como si el de Nuevo Hampshire no tuviera anoche un minuto que perder en la Sala But. El trío se mostró acelerado, enfurecido, presa de la urgencia, encadenando canción tras canción y pasado de revoluciones hasta en los fulgurantes parlamentos. Incluso amenazó con la retirada a los 55 minutos, aunque los bises prolongaron la sesión media hora más.

No permiten los tiempos andarse con medias tintas. Toca estar a setas o a rólex, y Spencer ha optado por la vía expeditiva: subir los amplificadores y el índice de distorsión (en el caso de la voz, hasta lo irritante), alborotar el metrónomo, ponerse bruto, exprimir la furia. Y así, hasta que reventemos. Los tímpanos, el sistema o nosotros mismos.

Lo malo de escorarse es que en el tránsito se desdibujan matices interesantes. Spencer nunca ha sido hombre de sutilezas, pero ahora la explosion arrambla con todo. Hasta con el blues, que solo asoma con la armónica del segundo guitarrista, Judah Bauer. El sonido del trío es necesariamente sucio, pero la acústica de la But, ayer desquiciante, lo convirtió en opaco e indescifrable. Jon se sacudía el sudor a mares con la frustrante sensación de que su caudal de adrenalina no llegaba a verterse del todo sobre el público. Por lo demás, el material de Meat + bone, regreso discográfico de la banda, es tan musculoso como poco memorable. Vale que casi nada de cuanto escuchamos está destinado a la posteridad, pero las piezas del álbum son de combustión tan rápida que se nos disipan de la memoria antes de subir la escalinata de salida.

La idea de sacrificar el bajo para duplicar las guitarras es muy válida: eriza el sonido y encabrita el ánimo. Con un repertorio tan lineal, sin embargo, la excitación se queda sin culmen. Solo en el último tramo pareció que sucedían cosas: Bauer se marcó una insólita parte rapeada, el batería (Russell Simins) ejerció de muy decente vocalista y Spencer enloqueció con el theremin a lengüetazo limpio. Pero poco más.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_