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Kopman engrandece el Mozart de la Sinfónica

La orquesta se reafirma como refinada especialista en el compositor austriaco

Concierto da Orquesta Sinfonica de Galicia
Concierto da Orquesta Sinfonica de Galicia XURXO LOBATO

Ton Kopman dirigió un brillante concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) y su Coro  en un precioso programa de inspiración navideña. La primera parte permitió adentrarse al público del Palacio de la Ópera en dos formas habituales de la mejor tradición barroca. El Concerto grosso, op. 6 nº 8, “de Navidad”, de Corelli, encuadrado en los llamados concerti da chiesa (conciertos para orquesta inspirados en temas religiosos), marcó la pauta con el contraste de tempos y la armonía y color pastoral de la obra corelliana.

Kopman, uno de los mayores especialistas en barroco, demostró con la OSG cómo se puede hacer música de esa época sin necesidad de recurrir a instrumentos de cuerda originales. Una lectura llena de criterio, un manejo adecuado de los arcos, tensando en ciertos casos las crines con los dedos, y un fraseo y expresión idóneos se unen a la buena afinación de los instrumentos habituales para aumentar el gozo de su escucha. La solidez del continuo de Jorge L. Escribano, órgano, David Ethève, chelo, y Álex Salgueiro, fagot, fueron firme base en todo el concierto.

En la primera cantata del Oratorio de Navidad de Bach, el Coro de la OSG se unió a la celebración. Su creciente calidad, cada vez más cercana a la de un coro profesional, se mostró en el ejercicio de agilidades de la introducción, Jauchcet, frohlocket…, y su precioso diálogo con el timbal de José Belmonte, de color pleno de sugerencias bachianas, y se mantuvo a lo largo de todas sus intervenciones. Sobresalió también la intervención de los tres trompetistas, esta vez con instrumentos en re: especialmente, por el carácter que emanó de sus solos, la de John Aigi Hurn.

Adecuadísima la del tenor Virgil Hartinger, especialmente por el carácter que da a sus recitativos. La contralto, Bogna Bartosz, marca un excesivo apoyo de voz en la gola, lo que se une a un feo vibrato para deslucir su canto. Falko Höhnishch, bajo de voz bien timbrada, hizo una versión algo plana de su parte.

En la segunda parte, Mozart: una de las más refinadas especialidades de la OSG. Y cuando un gran intérprete dispone de tan excelente instrumento suele ocurrir que el auditorio se sienta trasportado a las alturas. Así sucedió en el Ave Verum Corpus, en unos pianissimi de primoroso adelgazamiento de las voces que puso los pelos de punta.

O en una Misa de la Coronación con un Kyrie de grandioso inicio coral, en el que la soprano Monika Eder mostró la ponderación de su preciosa voz, que en el Agnus Dei habría de rozar lo sublime por su musicalidad, levitando sobre el canto de precioso sonido del oboe de David Villa. Orquesta y coro respondieron admirablemente a la gran exigencia musical de Kopman, que se mostró en las intervenciones conjuntas del cuarteto solista como el excelente concertador que es.

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