Esa dulzura amable
El grupo aragonés de instrumentos originales Al Ayre Español interpreta las dos últimas sinfonías de Mozart echándole mucho valor
En el desfile de grandes orquestas de Ibermúsica, entre el impacto que siempre deja una sinfonía de Brahms o de Bruckner cuando es interpretada por la Filarmónica de Viena o la Concertgebouw de Ámsterdam, el grupo aragonés de instrumentos originales Al Ayre Español —un nombre que viene de una fuga para guitarra del compositor de Calanda Gaspar Sanz— aprovechó la oportunidad de su presentación el martes en estos prestigiosos ciclos madrileños interpretando las dos últimas sinfonías de Mozart. Le echaron valor, desde luego, aunque su afinidad con el genio de Salzburgo había quedado de manifiesto no hace mucho en Bilbao gracias a unas lecturas de Las bodas de Fígaro o de Così fan tutte, dentro de las temporadas de ópera de la ABAO. En autores como Haendel, Literes, Torres o Nebra no tienen que demostrar nada: los bordan. En Mozart todo es más complejo, por mucho que López Banzo crea firmemente en las virtudes de su grupo para abordar este repertorio. En su actuación madrileña dejaron boquiabierto a más de uno, desde un enfoque sonoro e interpretativo que parte de “esa dulzura amable” aplicada a los instrumentos de época y con cuya frase, extraída de una cantada de Nebra, ya titularon un disco dedicado al compositor bilbilitano, grabado en la ermita de la Virgen del Rosario en Ambel, un pueblecito de 300 habitantes al pie del Moncayo. Embelesados con el sonido, el resto era cuestión de concepto. Con 28 músicos en la Sinfonía en sol menor, con 31 en la Júpiter, López Banzo dispuso un paseo musical a través de un fraseo que no buscó los golpes de efecto, sino la familiaridad con una música que así interpretada parecía más próxima. Tocaron con alegría, sin perder la sonrisa, y el éxito les acompañó con un público volcado en el reconocimiento de un trabajo bien hecho.
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