Oro, incienso y mirra

Llegaron en trío, como reyes magos del siglo XXI, con el regalo del Cancionero español, de Hugo Wolf, debajo del brazo, algo así como una síntesis del oro, incienso y mirra tradicionales, que desgrana en clave de lied alemán una colección de poemas españoles de Lope de Vega, Cervantes, Valdivieso, Juan Ruiz, Gil Vicente y otros, haciendo bueno para la ocasión aquel hermoso refrán sefardí: “Boca dulce avre puerta de fierro”, como me recordó una espectadora ayer. Y es que estos nuevos reyes magos del canto con acompañamiento de piano saben muy bien el tesoro que llevan consigo en su peregrinaje. La cita española era importante en su recorrido, qué duda cabe, como también lo fue aquella de setiembre de hace dos años en la que comparecieron con la misma obra en el templo sagrado londinense de la música de cámara, el legendario Wigmore Hall. Estuvieron gloriosos entonces y también lo han estado en Madrid, aunque quizás Angelika Kirchschlager ha tenido una pizca más de dificultades ahora, compensadas por su teatralidad y su sensible musicalidad. Ian Bostridge, el tenor intelectual por excelencia, volvió a demostrar su idoneidad para el mundo del lied. Su fraseo, su intencionalidad, su capacidad en todo momento de ir más allá de lo evidente, desembocan en un magisterio fuera de lo común. En cuanto a su técnica vocal fue elogiada por el mismísimo Alfredo Kraus. Los resultados artísticos no alcanzarían el mismo nivel de excelencia sin la jugosa, flexible e incisiva aportación de Julius Drake al piano. El trío es, como tal, un lujo, y en obras complejas como ésta de Wolf, está a sus anchas. La epifanía se ha adelantado en esta ocasión: una noticia positiva. Incluso hubo una propina, de Schumann, magníficamente cantada. Un gesto especialmente valorado en estos tiempos de austeridad, sobre todo porque tuvo lugar cuando los intérpretes llevaban ya 33 canciones a sus espaldas.