Fernando Romay, un hombre inmortal
Una noche de agosto de 1984, este que escribe, siendo un imberbe de 14 años se reunía con su familia ante el televisor. Me disponía a ver cómo la selección de baloncesto llevaba la “paliza” (en palabras de nuestro protagonista) más celebrada del deporte de nuestro país. Ese día decidí que me gustaría ser entrenador de baloncesto, lo de jugar ya me empezaba a quedar muy lejos. Ahora sustitúyanme a mí y la palabra entrenador por jugador, directivo, periodista, aficionado… lo que ustedes quieran. Ese día empezó todo para muchos, y esa fecha tenía a un gallego como protagonista. Don Fernando Romay Pereiro.
Romay es un hombre que ha decidido disfrutar, deseo este afín en los humanos e intrínseco a su condición, por lo que este dato resultaría irrelevante de no ser porque él realmente lo está haciendo. De su boca he oído la siguiente afirmación: “Siempre te arrepientes de lo que no haces y casi nunca te arrepientes de lo que haces”. Llevar a la práctica esta máxima ha provocado que hayamos visto a Fernando en muchas actividades, ya sea jugando al rugby, en la radio, presentando un programa, comentando un partido o actuando en una serie televisiva, y cómo olvidar aquella inocentada en la que abandonaba el baloncesto ¡para ser jockey (pobre caballo)! Quisiera obviar, por manida, su faceta de bailarín, aunque es evidente que no he podido.
Y es que para los demás resulta complicado dejar al margen nada de lo que haga este musculoso corazón capaz de regar 213 centímetros de cuerpo y al que le sobra fuerza para alimentar a tan polifacético cerebro. Y todo ello, a pesar de la increíble capacidad que tiene para naturalizar lo extraordinario, ya que (permítanme el juego de palabras) extraordinario es él por naturaleza. Y ahora no me refiero a su estatura.
Es, entre otras virtudes, esta naturalidad la que lo convierte en uno de los personajes más queridos, admirados y entrañables, en una dimensión que supera nuestras fronteras. Públicamente trata de huir, quizá más en una impostura que en un verdadero deseo, de la imagen dulce y bonachona que toda España tiene de él, aunque lo cierto es que su conocida colaboración con múltiples ONG, su mirada noble y su afable sonrisa le dificultan, en exceso, esa tarea. Labor en la cual, dicho sea de paso, tampoco muestra mucha vehemencia. A fin de cuentas, “por sus actos los conoceréis”.
Hablando de actos, son muchas las personas que buscan con ellos la alta inmortalidad (el filósofo y escritor Milan Kundera diferenciaba en su obra La inmortalidad dos clases, siendo la baja cuando te recuerdan tus conocidos y la alta cuando son desconocidos los que lo hacen) y otras simplemente son tan grandes personas que aquella les alcanza en vida, sin pretenderlo. Son pocos los baloncestistas gallegos que pueden presumir de haber logrado este hito. Les propongo un pequeño reto, prueben, citen cinco nombres de ilustres gallegos relacionados con el baloncesto… Es probable que al no erudito solamente se le ocurra uno: él.
En la escuela nos enseñan que utilizar una parte de algo para definir el todo se denomina sinécdoque. Sin duda en nuestra tierra decir Romay es decir baloncesto, y es esta una verdad inmune al paso del tiempo, como él, inmortal. Fernando siempre dice que los entrenadores somos unos pesados, que hablamos demasiado y que tardamos mucho en ir al grano. Disculpen la extensión del artículo: ¿quién soy yo para contradecirlo?
Peldaños
A Coruña, 1959.
1976-1993. Jugó en el Real Madrid. En esa etapa obtuvo siete títulos de Liga, cinco de Copa del Rey, dos de Copa de Europa, tres de Recopa, una de Copa Korac, dos de la Copa Intercontinental y un Campeonato Mundial de Clubes.
1980. Particpa en los Juegos Olímpicos de Moscú.
Participó en tres Mundobasket y cuatro Eurobasket.
1984. Medalla de plata con la selección de baloncesto en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
1998. Medalla de Plata de Galicia.
Colaborador de televisiones y protagonista de anuncios publicitarios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.