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Con los Beatles llegó la fiesta

Los barceloneses Abbey Road llevan el rock de Liverpool a la fiesta mayor

La banda Abbey Road contagió a Barcelona del rock de Liverpool.
La banda Abbey Road contagió a Barcelona del rock de Liverpool. DANIEL LLOBET

Poco antes de la media noche del viernes en la barcelonesa plaza de Sant Jaume no cabía ni un alfiler. El público apretujado cantaba, aplaudía, agitaba los brazos y saltaba en el poco espacio de que disponía (bailar era materialmente imposible). Auténtico ambiente de fiesta mayor gracias a un puñado de canciones que estos días andan celebrando su primer medio siglo de vida pero, sobre todo, gracias al saber hacer de los barceloneses Abbey Road, que, por arte de birlibirloque, consiguieron transportar nuestra plaza más institucional hasta la lejana, en el espacio y tiempo, Liverpool de los sesenta. Las canciones de los Beatles resonaron con una fuerza insospechada mientras entre el Ayuntamiento y la Generalitat reinaba la más sana de las locuras.

Desde los primeros compases del inicial Twist and Shout la plaza y sus calles confluentes se pusieron en movimiento y ya no pararon. Las fieles versiones de Abbey Road son formidables y captan todo el espíritu de la época llegando a varias generaciones. El viernes había desde niños hasta abuelos cantando conjuntamente las canciones más populares de los Fab Four. Fiesta mayor en estado puro.

Los Beatles hicieron estallar la fiesta, pero ya antes la música había ocupado las plazas del centro de la ciudad. En la de Catalunya una atractiva propuesta tanto musical como danzante lo llenaba todo de un folk fresco, alegre y sin estridencias. Le Vent du Nord son un atractivo cuarteto de Montreal que, centrados en las melodías populares francófonas, mezclan la electrónica (guitarras, teclados) con la tradición (violín, zanfoña, acordeón y percusiones realizadas golpeando el suelo con los zapatos al estilo de los bailarines de claqué). Voces agradables y un buen dominio del escenario que consiguieron doblegar una plaza llena a esas horas de paseantes que se quedaban enganchados en el ritmo quebequés.

Una hora después en la plaza de la Catedral todo era muy distinto. Reinaba un ambiente más íntimo propiciado por las hileras de sillas colocadas ante el escenario en las que un público silencioso seguía la música del kurdo afincado en Barcelona Gani Mirzo con auténtica devoción. Gracias al final de las obras de la catedral la avenida ha recuperado su apariencia festiva de antaño con el escenario situado ante el templo, un escenario de cúpula transparente que permite ver tras los artistas la fachada recientemente limpiada.

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