Ecos de la realidad sobre lienzo
Luis Gordillo inaugura ‘Contraespejo-s’, de la espontaneidad al máximo control
A Luis Gordillo le seduce lo extraño. Pintor de extremos, controlador al máximo unas veces y libérrimo otras, el artista confiesa sentir una enorme atracción por la extrañeza. “Si se puede decir algo sobre la vida es, precisamente, que es extraña. No digo que sea trágica, sino extraña”, meditaba este miércoles el artista contemplando sus obras en la Galería Rafael Ortiz de Sevilla.
Gordillo ha inaugurado en la capital andaluza Contraespejo-s, otra muestra más de que su trabajo se retroalimenta y rejuvenece continuamente. En las 34 obras que presenta en Sevilla, realizadas entre 2008 y 2012, está presente el informalismo con el que dio rienda suelta a su creatividad en la década de los cincuenta y el pop que llegó más tarde y que influyó en tantos artistas españoles durante la Transición pero, sobre todo, puede verse el gordillismo que ha ido creciendo hasta engullirlo todo y que permite al espectador sorprenderse ante sus nuevas creaciones y, a la vez, reconocerlas.
Luis Gordillo (Sevilla, 1934), que el pasado mayo presentó una gran muestra sobre sus obras en serie en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga y el 13 de este mes inauguró Tocata y fuga, con obras sobre papel en la Galería Marlborough de Madrid, es un trabajador infatigable que desconfía de los golpes de inspiración.
Las obras ilustran los dos procesos contrapuestos que utiliza el artista
“Hay momentos en que caes en el entusiasmo y te crees que estas inventando el cuadro de tu vida pero, al día siguiente, vas al estudio y te das cuenta de que es una mierda. Yo no creo en los momentos gloriosos, hay que dejar que el cuadro viva. Muchas veces no se trata de pintar, sino de mirarlo y, de vez en cuando, intervenir. La pintura tiene que tener su propia vida y tú tienes que saber acompañarla”, afirma el artista ante Una donna duplice (Amanecer en los polos N y S), un tríptico de 249 x 206 centímetros fechado en 2011, uno de los protagonistas de la exposición.
La Galería Rafael Ortiz presenta en Sevilla 34 pinturas, dibujos y ‘collages’
“Mis cuadros siempre son muy fríos. Cuando los empiezo tengo un proyecto que sigo al milímetro; mientras que los dibujos son más espontáneos. Cada uno sale como quiere y no me pongo límites de ningún tipo. Eso es lo bueno de trabajar en papel. El dibujo sale o no sale. Incluso de los que no me gustan a veces salvo partes, las recorto y las pego en otros”, explica el artista sobre su proceso de creación ante las 12 obras en papel de técnicas mixtas que expone en la parte alta de la galería, un espacio más íntimo en el que también pueden verse dos monotipos intervenidos, titulados Alma de flor, en los que los colores se tornan “líricos”.
Gordillo, quien a pesar de la larga lista de galardones que tiene en su casa-estudio de Villafranca del Castillo (Madrid) —entre ellos el Premio Nacional de Artes Plásticas y el Velázquez—, no le ha perdido el miedo al lienzo, cambia totalmente de actitud cuando se enfrenta a uno de sus famosos lienzos de gran formato. Entonces aparece ese otro Gordillo controlador hasta el extremo que tiene que tenerlo todo claro antes de ponerse a trabajar.
De ese cauteloso y meditado proceso pueden verse en la muestra, que estará abierta hasta el 31 de octubre, obras como Una donna duplice o No te miro no te veo, un acrílico de 2010 de 155 x 220 centímetros, en el que la forma protagonista se asemeja a la lente de unas gafas, concretamente a las de Gordillo. “No, no es un autorretrato. En cuanto defines una forma, el público empieza a buscar conexiones figurativas. No lo he buscado, ha salido así”, asegura.
“Yo no quiero hacer una pintura abstracta, sino una que tenga ecos de la realidad por el color, por la vibración del color, por cierta geometría y por muchos otros elementos”, aclara.
Un ejemplo de ese eco de la realidad que resuena en su trabajo es Contraespejos (2012), la obra que presta su título a la muestra. Se trata de una impresión digital con intervenciones en acrílico en la que Gordillo plasma un juego de espejos con el que recuerda la fotografía norteamericana de los años sesenta. “Aparece una calle y en un cristal se refleja una persona, un coche, un rascacielos... Es un juego de espejos en el que todo es real pero parece virtual”, dice el artista sobre las instantáneas que inspiran esta pieza.
Al artista le gustaría fundir sus dos yos creativos sobre el lienzo, pero este se resiste. “Hay veces que empiezo un cuadro de forma espontánea, sin un plan preconcebido, aunque no los hago tan desnudos como los dibujos sino que invierto mucho más tiempo. Pero, al final, el mismo cuadro me agarra por el cuello y me esclaviza. Caigo en su trampa y se convierte en una obra fría. Los hay también que nacen con un proyecto no totalmente cerrado pero, casi siempre, cuando los termino no me satisfacen y tengo que seguir trabajando sobre ellos. Es como un suicidio porque tienes que cargarte el cuadro inicial y seguir hasta el final. Estos son los más difíciles, pero también los que más me gustan”, explica este señor de aspecto serio pero, en el fondo, tan sarcástico y provocador como su obra.
Los colores vivos, casi feroces, de su universo se han mitigado en algunas de las piezas que presenta en Sevilla, como ocurre en La infancia de Mao o en Contraespejos y también en los dos monotipos. Una veladura que cubre su paleta y que, descaradamente, persigue provocar extrañeza, la misma que siente Gordillo ante el mundo.
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