Una veintena de heridos y cuantiosos destrozos materiales
Nadie explicó a ciencia cierta por qué no se empleó la zona de fuegos de la falla
El solar junto al lugar donde el técnico aparcó la furgoneta, en el número 28 de la calle Azcárraga, absorbió la onda expansiva de la explosión. Pero el aspecto del vehículo siniestrado, un amasijo de hierros irreconocible, ponía los pelos de punta. La explosión pudo convertirse en una gran tragedia. Al final, hubo 20 heridos y cuantiosos destrozos en las casas del vecindario. Es una calle relativamente estrecha, de tan solo 16 metros de ancho, destacó ayer en la sala de vistas la fiscal.
Decenas de niños acudían ese día a comer al casal de la falla, acto para el que se contrató la traca aérea y la bicimascletà. Los críos se pusieron a salvo tras el aviso del propio pirotécnico. “He visto dos coches volando”, contó entonces uno de los testigos más pequeños. Uno de los heridos, con once años, sufrió heridas leves en una pierna por la metralla; otro joven, de 19 años, sufrió un corte en el cuello. Aunque el peor parado fue un hombre de 27 años con numerosas contusiones.
En cuanto al daño en los edificios, el primer piso del número 33 de la calle llegó a incendiarse. Los testigos recuerdan cómo el vehículo, especial para el traslado de material pirotécnico, voló hacia arriba gracias al refuerzo de los laterales del vehículo.
Los dos acusados insistieron ayer en que tanto la comisión fallera como la pirotécnica contaba con los permisos necesarios. Sin embargo, nadie explicó a ciencia cierta por qué no se empleó la zona de fuegos de la falla, situada en una espaciosa plaza abierta a la Gran Vía de Fernando el Católico. En ese espacio, rodeado de altas vallas, se disparaban las mascletaes, y otros fuegos que debían ser manipulados por profesionales.
En lugar de disparar la traca en esta zona, la comisión optó por colocarla en la calle Azcárraca, cortada al tráfico rodado pero no a los transeúntes. Ayer pirotécnico y expresidente insistieron en que la traca valenciana preparada —lo único que no estalló— es de uso común, se puede comprar en los quioscos y dispararlo un fallero.
Pero, tal y como quedó patente, el problema no era tanto la traca como el hecho de que una furgoneta cargada con más de 30 kilos de material explosivo, estuviese tranquilamente aparcada en una calle de 16 metros de ancho, al lado de cientos de casas habitadas y, decenas de transeúntes y sin ningún tipo de vigilancia constante.
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