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La Xunta y el Colexio de Psicoloxía atienden a 435 hombres violentos con sus parejas

El programa trata desde 2001 a varones que no han sido denunciados nunca pero que por voluntad propia acceden a someterse a consultas con psicoterapeutas

Cinco años coordinando un programa de reinserción de maltratadores dan para extraer algunas conclusiones. “Siempre es una mujer la que se interesa por el programa. En todos estos años nunca se ha puesto en contacto conmigo un padre, un hermano o un amigo. Siempre son mujeres y eso debería hacernos reflexionar”, describe Joaquín Prieto, psicólogo y responsable de Abramos o círculo, una terapia que la Secretaría Xeral de Igualdade y el Colexio Oficial de Psicoloxía pusieron en marcha hace ya una década para frenar las conductas violentas dentro de la pareja. Desde 2001, el programa ha atendido a 435 varones que a pesar de que nunca fueron denunciados por malos tratos mantenían una relación con sus parejas o exparejas basadas en la violencia.

 Según el balance que presentaron ayer Prieto y la secretaria general de Igualdade, Susana López Abella, el 80% de los hombres que aceptan esta ayuda dicen salir con “un alto grado de satisfacción”, valoración que se extiende también a sus parejas. El programa ha recibido 273.400 euros en sus diez años de vida.

El violento con su esposa no lo es, en la mayoría de los casos, con su madre, con sus amigas o con sus compañeras de trabajo; agrede a la pareja porque busca “mantener el control sobre ella” de acuerdo con determinadas concepciones sobre el papel de hombre y mujer en la relación. Esta es, según Prieto, la causa última de la violencia machista, aunque a veces estos comportamientos se achaquen a otros factores, como el estrés en el trabajo, el consumo de alcohol o de drogas o incluso rasgos de carácter. Las sesiones, impartidas por 38 psicoterapeutas a los hombres que acceden participar en el programa de forma confidencial, tratan de hacerle ver al maltratador las consecuencias que su actitud tiene en el ámbito familiar y la imposibilidad de justificar la violencia, una pauta común en los usuarios del programa.

“Tienen que responsabilizarse de sus comportamientos. Muchas veces nos dicen: ‘si ella se hubiera callado en ese momento, yo no habría seguido...'. Son las mujeres las que asumen esa responsabilidad y nosotros tratamos de hacerles entender a ellos que ese comportamiento no tiene otra función que la de mantener el control. Es una violencia que en muchos casos se ha vivido en privado. Hay muchas hijas que la han sufrido desde pequeñas y que, ya mayores, animan a la madre a tomar una decisión”, prosigue el psicólogo, que además señala que en las sesiones “cada vez hay más hombres jóvenes”. Son chicos de 18 0 19 años que, lejos de mantener relaciones de igual a igual con sus parejas, reproducen estrategias violentas “validadas socialmente”. La agresión física se reemplaza en ocasiones por otra más sutil: “Puede ser solo una mirada detrás de la que hay un historial de amenazas, desvalorizaciones e inseguridad”, puntualiza Prieto.

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