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XVII Bienal de Flamenco de Sevilla

Sara Baras trae aires de libertad

Su espectáculo ‘La Pepa’ es el único que ocupa tres noches en la Bienal

Sara Baras en el restaurante El Faro de El Puerto de Santa María (Cádiz), en abril de 2010.
Sara Baras en el restaurante El Faro de El Puerto de Santa María (Cádiz), en abril de 2010.ROMÁN RIOS (EFE)

Casi justo a los seis meses de su estreno, el espectáculo La Pepa de la bailaora gaditana Sara Baras recala en la Bienal. Lo hará durante tres noches —de viernes 14 a domingo 16— en el Teatro de la Maestranza, protagonizando un caso único en la presente edición de la cita sevillana. Es un dato relevante en los tiempos que corren y, por ello, se le pregunta a la artista si no habrá sido la propia Pepa la que le ha dado la valentía para atreverse con el reto de llenar tres noches seguidas el coliseo del paseo de Colón. “Yo solo dije que quería estar en la Bienal, el resto es cosa de mi equipo”, responde. “Lo mejor de la vida —añade— es rodearse de personas de calidad, y no solo en lo artístico, sino en lo personal. Y yo tengo la suerte de tener el mejor equipo de personas”.

En la conversación, su determinación de estar en Sevilla se antepone a todo. Insiste una vez y otra en las ganas que tiene y en la ilusión que le produce volver, pero añade también que regresa con mucha tranquilidad. “Estar en Sevilla te obliga a buscar la magia —reconoce— pero creo que llegamos con mucha seguridad. La gira de La Pepa está yendo muy bien y la obra ha cogido un mensaje y una energía bestial”. “Humildemente —añade— creo que volvemos siendo mejores”. La artista, de inmediato, lo achaca a su todavía reciente maternidad y al peso que ha tenido en su manera de ver las cosas. De hecho, reconoce que la existencia de su hijo está marcando el tempo de la gira de este espectáculo. Todo se programa en función de él y, de hecho, viaja con la artista a todos sus compromisos. “Se lo digo a mi compañía. Si no llevamos el ritmo loco de otros años se lo debéis al pequeño”.

La obra nació para el Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812

Y de vuelta a Sevilla y a la Bienal, es la propia artista la que se encarga de subrayar que regresa a un sitio por el que ha pasado casi toda su carrera. Recuerda su espectáculo de la edición de 1998, cuando todavía era veinteañera, aquel Cádiz, La Isla junto al recordado Chano Lobato, y se asombra del tiempo pasado. También se acuerda de que en la Bienal estrenó su Juana la Loca (2000) y su Mariana Pineda (2002), dos de las mujeres que, junto con Carmen y la actual Pepa componen su personal tetralogía de mujeres heroínas. Porque, por más que la última sea una alegoría, Sara siempre insiste en que La Pepa tiene piel. La obra nació como un encargo para la conmemoración del Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, de hecho, se estreno el mismo día 12 del pasado mes de marzo en la capital gaditana, pero tras el periodo de su preparación, la bailaora afirmaba con rotundidad que, por mucho que le hubiesen marcado los anteriores personajes, ella se sentía la Pepa, de tanto que se había metido en ese ser virtual que encarna los valores de la libertad y representa a Cádiz a la vez.

‘La Pepa’ estuvo una semana en Madrid con ocho funciones llenas

Sara afirma que en los seis meses que lleva de gira, La Pepa “ha crecido mucho, ha ido redondeándose” dentro de esa dialéctica producto del rodaje y de la respuesta del público. “Cuando salimos de Cádiz —relata—, íbamos con el nervio de la duda, de si en otros lugares iban a entender, sobre todo, los detalles, porque esta es una obra de muchos detalles, pero ha sido lo contrario. No sé si la gente se da cuenta o diferencia la seguiriya de la soleá, pero lo que nosotros sentimos es una explosión de magia, y la compañía disfruta mucho con cada representación”. De la gira, pues, la artista no cuenta más que sensaciones positivas. Recuerda a Santander, porque fue el primer lugar tras Cádiz, el Festival de Peralada, la semana de Madrid con las ocho funciones llenas, pero se detiene de forma especial en La Unión, en cuyo festival fue homenajeada. “Allí tuvimos que hacer una Pepa muy desnuda, adaptada de luces y escenografía porque no cabía en el escenario, pero le pusimos mucho corazón para que no se notase la diferencia”.

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De experiencias como la de La Unión, la bailaora extrae una enseñanza. “Vamos recorriendo el mundo y tenemos la suerte de estar en los mejores teatros, pero no olvido quien soy ni de dónde vengo, y los lugares del flamenco son sagrados”. Como Sevilla, como la Bienal a la que regresa.

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