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CORRIDA GOYESCA DE RONDA

A la caza del espíritu torero

La plaza de Ronda no se llenó en la LVI Corrida Goyesca, en la que se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo

Antonio Lorca
Francisco Rivera con su primer toro, ayer en la Goyesca de Ronda.
Francisco Rivera con su primer toro, ayer en la Goyesca de Ronda. JORGE ZAPATA (EFE)

Ronda, en septiembre, se torna misteriosa. La ciudad bulle en fiestas. Gentío y el ruido lo copan todo. Pero el entorno de la plaza de toros suena de manera diferente. Es algo así como el sonido del pasado, o quién sabe si es la fuerza misma del misterio. No es solo poesía lo que fluye entre estas paredes; es la presencia del espíritu de personajes que se fundieron con el alma de esta tierra.

Se celebra la corrida goyesca, pero el festejo es lo de menos. Lo importante es el recuerdo, la referencia, la cita, el peregrinaje anual… Es la presencia del Pedro Romero, a quien se dedica la feria rondeña; de Antonio Ordóñez, padre e impulsor de la goyesca; de sus amigos Hemingway y Orson Welles, y de tantas figuras señeras de toreo que han hecho el paseíllo en las 56 ediciones de esta corrida.

En esta plaza se apareció una vez el toreo, y desde entonces se le rinde una justa pleitesía anual; y hasta aquí viajan cada año gentes de todo el mundo a la caza de ese espíritu intangible de la fiesta de los toros. Aquí huele a arte, a historia, a encanto, a tradición,… Se oye el gentío de la calle, pero se escucha el sonido que emiten las piedras de esta plaza bicentenaria que encierra la historia del toreo. Este podría ser un buen lugar para morir… de arte…

La corrida es lo de menos. Lo que importa el recuerdo y la cita anual

Bien. Acabado el espacio para la cursilería; sentida, eso sí, pero cursi, es una pena que el paso de los años haya retenido solo la cita anual, y no la referencia taurina. La corrida goyesca es un encuentro social en el que el toro ha quedado relegado al papel de comparsa de la fiesta. El cartel de la goyesca ha ido perdiendo esencia y contenido al tiempo que ha permanecido el prestigio de la peregrinación. Acuden famosos, huyen los aficionados y persisten los extranjeros, que buscan entre las calles rondeñas el espíritu de Hemingway y Welles. Buscan y no hallan lo que el Premio Nobel y el cineasta encontraron en Antonio Ordóñez. Pero insisten en la caza y captura del misterio.

Es una tristeza que la Goyesca de Ronda, santo y seña del toreo, no sea una referencia de la tauromaquia de todos los tiempos. Que no se lidien en esta plaza los toros de más trapío y calidad ante los toreros mejor dotados para la emoción y el triunfo. Es un dolor que haya ganado la tradición social en detrimento de la autenticidad de la fiesta.

A pesar de todo, a pesar de que nada sea ya lo que debiera ser, traspasar las puertas de este recinto es casi una experiencia religiosa. Estar sentado en sus incómodos tendidos es volver 200 años atrás. Asistir a la corrida del año 2012 es un viaje por el túnel del tiempo a la modernidad.

Ayer, por ejemplo, se pudo vivir otra corrida en plaza de tercera, con toros correctos de presentación, mansones y tan nobles como manda la comercialidad actual, y tres toreros que pasaron la prueba sin apreturas y sin ánimo ni ocasión para romperse y provocara eso tan sutil a lo que llaman emoción.

Paquirri, que pasó desapercibido ante su blando primero, ofreció la mejor versión de sí mismo en el cuarto, bravo en el caballo y noble en la muleta. Destacó el torero en muletazos templados por ambas manos, aunque a todos les faltó hondura. Ofreció banderillas a sus dos compañeros y hasta Talavante, no sin apuros, salió airoso.

El Fandi, fiel a su condición, se lució con los garapullos y dio capotazos y muletazos perfectamente olvidables. Y no mejoró Talavante, superficial toda la tarde.

Sea como fuere, Ronda sigue siendo el alfa de esta fiesta. Ojalá no sea, también, la representación del omega. De momento, sigue siendo el recodo del espíritu bueno y malo de los artistas. El último, el de Rafael de Paula, que el pasado jueves asistió a un acto en el que recibió la Llave de Oro del parador de Ronda, y, en un estado físico poco edificante, protagonizó uno de los espectáculos más esperpénticos y berlanguianos que imaginarse puedan. En cuestión de un par de minutos, y ante la sorpresa de todos, arremetió contra el director del centro hotelero, contra el pintor peruano Humberto Parra, autor del diseño de la invitación, contra la alcaldesa de la localidad y contra su propio hijo, que acababa de presentar el libro que ha escrito sobre su padre. Es lo que, también a veces, tienen los espíritus toreros en esta maravillosa ciudad llamada Ronda.

CUVILLO/PAQUIRRI, EL FANDI, TALAVANTE

Toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, mansones, nobles, sosos y descastados.

Rivera Ordóñez Paquirri: ocho pinchazos, aviso y un descabello (silencio); casi entera atravesada (oreja).

El Fandi: casi entera y un descabello (silencio); estocada (oreja)

Alejandro Talavante: estocada baja (oreja); pinchazo y estocada caída (silencio).

Plaza de la Maestranza de Ronda Maestranza. LVI Corrida Goyesca. 8 de septiembre. Casi lleno.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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