_
_
_
_
crítica | danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Grilo y el mantón negro

Joaquín Grilo cierra el Original Flamenco Festival jerezano en Madrid

Joaquín Grilo en Leyenda personal
Joaquín Grilo en Leyenda personal

Cierra el Original Flamenco Festival jerezano en Madrid Joaquín Grilo, un artista singular, muy personal en su baile y con una compleja evolución hacia la madurez que siempre merece ser visto y atendido. Le conocemos desde siempre, y es de esos hombres a los que el tiempo posa en su centro y los cambia. Ahora su danza es menos expansiva, pero sigue en la cuerda de transmitir un sentido de verdad al paso y a la escena, que nunca sea el baile por el baile, eso que tanto abunda.

Amigo de la experimentación y el riesgo, Grilo no se ha conformado con ser un artista virtuoso (que lo es por su técnica y apostura) sino que se ha adentrado en una vía de expresión personalísima y llena de riesgo, donde no falta el carácter y cierto histrión, detalles que huelgan el baile hacia la distensión, como si ese descentrado fuera su duda, su manera de hacer y de plantear preguntas al público y acaso a él mismo. Así, este espectáculo introspectivo y verdadero recital en solitario, plantea un desarrollo autobiográfico que va desde la niñez y la ruptura de la umbilicalidad a la verdadera independencia sobre las tablas, lo que se ejemplifica en la escenografía con ese árbol útero, un tronco memorial del que sale él mismo a alumbrar la aventura de la vida y de donde sale también una voz de mujer como reclamo ancestral (Carmen Grilo pone el acento vernáculo y lo sigue con mimo). También la voz de José Antonio Valencia se une con precisión y poesía al tacón del bailarín en un dúo pasional e intenso.

Leyenda personal

Baile y coreografía: Joaquín Grilo; música: Juan Requena; escenografía: Oscar Gómez; vídeo: Bellada López y Marcos Serna. Teatro Compac Gran Via. Hasta el 2 de septiembre.

La música, original y cadente, está hilvanada por una percusión renovada donde no falta lo étnico, pero sin sobrepasar una medida justa de equilibrio con lo tradicional que pide el baile. Especialmente jocoso el jaleo y muy en su sitio la soleá, dos polos quizá opuestos, dos maneras del ser escénico, uno buscando dentro de la cueva del sentimiento y el otro intentando tender un puente de animación y gracejo. Es un feliz regreso a Madrid de un artista que sobre lo bien aprendido y aún tras los devaneos de la juventud, ha sabido conservar origen y ritos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_