Grilo y el mantón negro
Joaquín Grilo cierra el Original Flamenco Festival jerezano en Madrid
Cierra el Original Flamenco Festival jerezano en Madrid Joaquín Grilo, un artista singular, muy personal en su baile y con una compleja evolución hacia la madurez que siempre merece ser visto y atendido. Le conocemos desde siempre, y es de esos hombres a los que el tiempo posa en su centro y los cambia. Ahora su danza es menos expansiva, pero sigue en la cuerda de transmitir un sentido de verdad al paso y a la escena, que nunca sea el baile por el baile, eso que tanto abunda.
Amigo de la experimentación y el riesgo, Grilo no se ha conformado con ser un artista virtuoso (que lo es por su técnica y apostura) sino que se ha adentrado en una vía de expresión personalísima y llena de riesgo, donde no falta el carácter y cierto histrión, detalles que huelgan el baile hacia la distensión, como si ese descentrado fuera su duda, su manera de hacer y de plantear preguntas al público y acaso a él mismo. Así, este espectáculo introspectivo y verdadero recital en solitario, plantea un desarrollo autobiográfico que va desde la niñez y la ruptura de la umbilicalidad a la verdadera independencia sobre las tablas, lo que se ejemplifica en la escenografía con ese árbol útero, un tronco memorial del que sale él mismo a alumbrar la aventura de la vida y de donde sale también una voz de mujer como reclamo ancestral (Carmen Grilo pone el acento vernáculo y lo sigue con mimo). También la voz de José Antonio Valencia se une con precisión y poesía al tacón del bailarín en un dúo pasional e intenso.
Leyenda personal
Baile y coreografía: Joaquín Grilo; música: Juan Requena; escenografía: Oscar Gómez; vídeo: Bellada López y Marcos Serna. Teatro Compac Gran Via. Hasta el 2 de septiembre.
La música, original y cadente, está hilvanada por una percusión renovada donde no falta lo étnico, pero sin sobrepasar una medida justa de equilibrio con lo tradicional que pide el baile. Especialmente jocoso el jaleo y muy en su sitio la soleá, dos polos quizá opuestos, dos maneras del ser escénico, uno buscando dentro de la cueva del sentimiento y el otro intentando tender un puente de animación y gracejo. Es un feliz regreso a Madrid de un artista que sobre lo bien aprendido y aún tras los devaneos de la juventud, ha sabido conservar origen y ritos.