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Cataluña y Baleares presentan nueve proyectos estelares en Venecia

Jordi Badia y Félix Arranz son los comisarios de una propuesta que enlaza pasado y futuro

Interior del pabellón que presentan las comunidades de Cataluña y Baleares en la Bienal de Arquitectura de Venecia.
Interior del pabellón que presentan las comunidades de Cataluña y Baleares en la Bienal de Arquitectura de Venecia.IRL

“Avanzan como bogadores remando todos en la misma dirección, pero de espalda con la mirada puesta en el pasado para poder reinventar el futuro”. Con esta metáfora, inspirada en una frase del escultor Jorge Oteiza, los arquitectos Jordi Badia y Félix Arranz, comisarios del Pabellón de Cataluña y la Islas Baleares, abren este espacio y a la vez definen el hilo conductor que une los edificios seleccionados para el proyecto Vogadors /Architectural Rowers. “No queremos destacar solo nombres y obras, sino una determinada forma de trabajar, que se ha convertido en una tendencia internacional y se plasma en una arquitectura sobria y aparentemente sencilla, pero de gran sofisticación técnica e intelectual y dotada de un fuerte componente ético y social”, explican.

En total, el pabellón, que cuenta con un presupuesto de 350.000 euros, de los cuales 225.000 se han dedicado a la exposición, despliega más de 150 obras. De estas, la gran mayoría conforman el contexto o túnel del tiempo, un recorrido por las raíces de la arquitectura catalana, a través de una imagen, una ficha técnica y un código QR, que mediante la tecnología de realidad aumentada se convierte en una puerta de acceso a toda la información de cada proyecto. En cambio, los nueve proyectos estelares, construidos por arquitectos nacidos en la década de 1970, se presentan con una enorme fotografía, dibujos, maquetas y un objeto creado especialmente como símbolo de cada arquitectura. Una película, realizada para la ocasión, explica los puntos de contactos entre los edificios a través de las palabras de sus autores: la Casa Collage de Girona, de Bosch Capdeferro; la Casa en Bunyola de Mallorca, de Francisco Cifuentes; la Guardería de Pratdip, de Núria Salvadó y David Tapias; la Casa para tres hermanas en Murcia, de Blancafort Reus; La Seca de Barcelona, de Meritxell Inaraja; Can Ribas de Palma, de Jaime Ferrer; el complejo deportivo de Jesús (Tarragona) de Arquitectura, el Instituto Josep Sureda en Palma, de SMS, y la Escuela de Arte de Amposta, de David Sebastian y Gerard Puig.

“Todos ellos investigan cómo encaja la arquitectura las mutaciones, sin rechazar la tradición”, aseguran los comisarios, que han concebido este pabellón, el primero en la Bienal de Arquitectura, con la voluntad de que “toda la profesión lo sintiera como suyo”. La propuesta cuenta con una considerable reflexión histórica, que tiene en José Antonio Coderch, uno de sus principales inspiradores. “No se trata de enseñar la mejor arquitectura catalana. Es una exposición de tesis, que identifica una nueva forma de trabajar, rigurosa y respetuosa con el entorno y la tradición, que utiliza materiales del lugar y que enlaza con una tendencia internacional”, explica Badia, insistiendo en que no se trata de una respuesta a un momento de crisis, sino de una estrategia conceptual de larga duración, con dimensión ética, artística y social que conforma una corriente internacional con muchísimos adeptos.

El Instituto Ramon Llull (IRL), organizador del evento, ha conseguido una sede inmejorable: un almacén de barcos, de 350 m2, justo en medio de las dos sedes históricas de la Bienal, los Giardini y el Arsenale, que también conservará para la próxima Bienal de Arte. Vicenç Villatoro y Àlex Susanna, respectivamente, director y director adjunto del Ramon Llull, subrayaron la importancia de estar presentes en Venecia con la arquitectura. “Es uno de los elementos más significativos de nuestra cultura y visibiliza nuestro compromiso con el sector”.

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