Cenas y sueños
De las muchas, divertidas y variadas opciones nocturnas yo elijo una: soñar
Desayuna mucho, come más y cena poco. Es lo que se suele decir cuando intentamos una dieta equilibrada, pero es casi imposible lograrlo con nuestras costumbres. Llega el final del día, esas horas en las que, en este sofocante verano, la temperatura nos permite por fin respirar, a la vez que nos hace imposible decir no a una buena cena en algún lugar con brisa fresca. Al día siguiente nos despertamos tarde, la noche fue larga, y no hay tiempo para desayunar mucho. Nos saltamos deliberadamente cualquier directriz alimentaria, aunque sea recomendable, pero es imposible no rendirse ante la noche y sus tentaciones.
De las muchas, divertidas y variadas opciones nocturnas yo elijo una: soñar. Y es que soñar es un privilegio casi único del ser humano. Los animales de sangre fría no sueñan nunca y algunos de sangre caliente lo hacen en un porcentaje mucho menor que el nuestro. Un pájaro sueña un cinco por ciento de su vida, mientras nosotros ocupamos un tercio de la nuestra en ello.
Un pájaro sueña un cinco por ciento de su vida, mientras nosotros ocupamos un tercio en ello
“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”, decía Benedetti. La capacidad de construir lo soñado puede parecer imposible, pero muchos ejemplos quitan sentido a esta afirmación: la lucha sin violencia, Gandhi; movimiento por los derechos civiles: Rosa Parks. La capacidad de volar o alcanzar la luna fueron grandes sueños que nacieron en cabeza de unos y acabaron tornándose realidad en manos de otros, sueños compartidos... Atreverse a soñar, además, a veces nos es recompensado con creces. Buscar nuevas rutas y encontrar todo un continente: Colón.
Alfred de Musset escribió: “Haced de este mundo un sueño sin despertar”. Despertemos y hagamos nuestros sueños realidad.
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