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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Vamos a la playa, calienta el PNIT, perdón, el Sol

Valga como indicador salarial destacar que los becarios en una de estas consejerías perciben una beca que se sitúa entre los 48.000 euros anuales, y los 62.000

El gobierno actual ha aprobado recientemente, con una celeridad abrumadora, el denominado Plan Nacional Integral de Turismo (PNIT). El recetario que da cuerpo a este Plan mantiene ostentosas similitudes con planes turísticos precedentes y en especial con el hasta ahora vigente Plan del Turismo Español Horizonte 2020. Y tal hecho se explica porque los llamados a defender este nuevo plan hace unos pocos meses estaban catequizando con el repentinamente anticuado Plan 2020, que se entierra por una sobrevenida obsolescencia, fraguada en el necesario distanciamiento político de los llamados hoy a dirigir el turismo español.

Las medidas que contempla el PNIT no resultan novedosas, pues no ha habido tiempo material para idearlas ex novo, y sobre gran parte de las mismas se viene trabajando desde hace décadas. Basta con leer documentos varios realizados por la Administración turística nacional y regional para corroborarlo. Sirvan de ejemplo los numerosos planes regionales de los años noventa, donde sobresale el ejemplo señero del PLADET de la Comunidad Valenciana o el Plan DIA de Andalucía, hasta el Plan Futures, el PICTE o el mismo Plan 2020, para ver las concomitancias y que las principales propuestas no se han modificado en casi veinte años, hasta desembocar en el PNIT de 2012. Un Plan que con un cierto aire de travestismo interesado pretende proporcionar una aparente imagen de primicia, cuando la novedad reside en promocionar lo de siempre con sofisticadas denominaciones amparadas en redes sociales y en la cultura X.0. El PNIT es, resumiendo, la brújula que trata de guiar una expedición de medidas ya conocidas y no se advierte mucho más en su contenido.

Aunque ciertas propuestas del PNIT merecen capítulo aparte por imposibles, al menos en el escenario presupuestario actual, cabe entresacar una desafección con la realidad económica y administrativa que atraviesa España y el conjunto de las administraciones públicas.

El plan es una brújula que

Se trata de cuando se menciona en el texto del Plan, y no sin ambigüedad, una presunta reconsideración de las remuneraciones del personal de la red de Consejerías de Turismo de España en el Exterior —las conocidas Oficinas Españolas de Turismo (OET’s)—, habida cuenta de la profesionalidad y dedicación que exige desempeñar las funciones inherentes a esos puestos de trabajo. Para ser exactos el PNIT dice textualmente: “Aunque el personal contratado ha demostrado una gran capacidad de adaptación y motivación, las estructuras retributivas no son acordes con el alto nivel de formación necesario para hacer frente a las tareas de análisis de la información y de gestión de marketing, que incluyen el uso intensivo de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones” (pág. 93 del PNIT en internet). Se debe suponer que el uso intensivo no deberá rebasar las 24 horas al día, y en cuanto al uso de las famosas TIC’s, pues es algo que hoy en día utilizan ya la inmensa mayoría de los funcionarios de cualquier administración en su quehacer cotidiano.

En consecuencia, y sabidos los momentos que atraviesa la economía española, debería el ministro José M. Soria, quien firma la presentación del PNIT, explicar qué entiende por: “las estructuras retributivas no son acordes”, y si avala hoy esa consideración para los responsables al frente de una OET. Valga como indicador salarial destacar que los becarios en una de estas consejerías u oficinas perciben una beca que se sitúa en los 48.000 euros anuales, en el peor de los casos, y los 62.000 euros, en el mejor (BOE 2.017, de 9/9/2011). Así que cada cual intuya las remuneraciones que perciben los funcionarios responsables de gestionar fuera de España una OET.

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Por consiguiente, no deja de ser un provocador e insostenible destarifo plantear en estos instantes, aprovechando el texto de un plan turístico, una enmascarada revisión salarial que además no tiene influencia alguna sobre los resultados turísticos. Y si no, que la Secretaría de Estado de Turismo realice un análisis coste-beneficio entre los gastos en los que se incurre para mantener las 33 OET’s que todavía sufraga España y qué resultados de demanda se obtienen de esos mercados en los que desempeñan su función una elite directiva, algunos de cuyos componentes, no todos, al parecer, se encuentran sumidos en una fase galopante de corporativismo enfermizo, con el objetivo principal de controlar las oficinas de turismo como espacio propio y exclusivo de realización personal y profesional, habida cuenta de como está el “patio” en el resto de la Administración.

Ante tan inaudito órdago, y sabido cuál es el salario medio de un trabajador en España, procede desaforar una reflexión: Imaginemos que por motivos presupuestarios se redujese a la mitad las OET’s existentes y se obtuviese una reducción en un 50% en el coste de sufragarlas. ¿Qué sucedería? ¿Se perderían turistas en similares y ponderadas proporciones al volumen de oficinas clausuradas? o ¿ahorraría la Administración del Estado y minoraría el coste de mantenimiento de la red de OET’s, sin un quebranto real en los turistas inducidos por el radio de acción de cada una de estas consejerías suspendidas?

Mientras tanto, vamos a esperar a ver lo que es capaz el PNIT de recuperar y regenerar de lo hasta la fecha criticado, pero vaya por delante una intuición: van a ser imperceptibles los cambios experimentados y los resultados obtenidos respecto a lo hasta ahora realizado, pues no existen en el PNIT elementos estratégicos cuya aplicación propicie el pretendido cambio capaz de dar un giro a lo que se viene haciendo desde hace décadas —que son muchas legislaturas—. De momento, lo bien cierto es que el PNIT desliza una revisión de las condiciones salariales de los funcionarios que más cobran en el seno de la Administración turística española. ¿Es ese el espíritu de la “nueva” Política Turística que necesita España?

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