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OPINIÓN

Viaje al fin de la noche

El riesgo es que Galicia desaparezca por el desagüe de la indefinición

Son momentos bíblicos estos que recorren la conciencia de los mandamases y acarrean torrentes de llantos ante el Darth Vader agazapado en las sombras del confesionario, con su espada láser y su rosario de cuentas. Castellano pide disculpas al modo calderoniano por esas huellas dactilares de los que nunca entendieron las derivadas y todavía un sector gallego, aquel que no hace mucho jaleaba a nuestro gran poder financiero, tiene el coraje de decir que es el primer banco del mundo que pide disculpas, lo que equivale a que en Carcacía se ha comido la tortilla más grande del mundo.

Baltar posa ante su procesión de coches antiguos y toca el trombón en la romería de todos los veranos. No es Dylan, lo sabemos, pero suena a Blowing in the wind. Tanto que Fernández Latorre también dice estar al borde de la insumisión. No es de extrañar que chambelanes y deanes, sacristanes y trasgos nos sintamos unidos en esta función bufa de los poderes y nos salga a todos el banquero anarquista que llevamos dentro. A unos más que a otros.

También el electricista Fernández, otro que tal baila, que con un tesón de hormiga obrera ha ido rebañando una fortuna en el garaje de Milladoiro vengándose como en La Regenta, mientras la heroica ciudad dormía la siesta, de ese menhir que divisiba en las mañana de sol y de lluvia, esa fachada del Obradoiro que invadía sus días y que quería, en su loca obsesión, desmontar como un Lego.

Y también Oubiña que no invirtió nada de su peculio en fincas ni hostias que se le parezca y que dice sentado en el banco de la Audiencia como el que se sienta en el furancho que hay tantos oubiñas en este mundo que a él, sin ir más lejos, se le va la olla.

Y la lista puede alargarse hasta el infinito en casos recurrentes como la hormiga tsé-tsé del verano, el pequeño Montoro que un día sí y otro también pica y zumba como el tábano en la entrepierna y se queda un momento viendo la afrenta a la luz de sus gafas de miope, rezando, porque su voz es un rezo que rosma como una abadesa, que es la Comisión, el Alto Mando o el Cristo del Gran Poder o de los Faroles quien impone las obligaciones a este Estado de disolutos donde curiosamente se imponen una amnistía los del dinero negro (los oubiña) y se castiga hasta extremos inauditos la poca autoestima de funcionarios y profesiones liberales (aquí nos juntamos todos en la procesión).

Momentos bíblicos que recorren también las confesiones teatrales del Rey, que cojo y todo va camino de Rusia a venderle la alta velocidad a Putin acompañado del ministro de Industria, ese replicante de Aznar al que confundirán en el Kremlin, y el de Exteriores que me recuerda a aquellos señores que jugaban al dominó eternamente en el Casino de Pontevedra. No valió de nada por lo visto ni el bosón de Higgs, ni la Eurocopa de España, para calmar a los perros de Merkel, al contrario, parecen cada día más voraces y ensañados con esta Corte de los Milagros en la que Rita Barberá hace una proclamación: ¡Cambiar el día de las Fallas de Valencia será como cambiar el 4 de julio para los americanos!

¡Resplandor de la hoguera! Vuelve aquel sabor a plomo y neumáticos quemados y la marcha negra de los mineros es una metáfora del viejo topo que periódicamente sale a la superficie cegado por el resplandor de la miseria. No hay carbón en la cuenca revolucionaria asturiana, que antes cayó el Ruhr y hasta en Polonia andan en problemas con la competencia china, pero esa batallas con los faros iluminando la carretera nocturna está destinada a ser metáfora de los tiempos oscuros, viaje al fin de la noche, conejo cegado por los faros.

¿Y qué pasa con el Estado de las Autonomías? Pues el riesgo es que Galicia desaparezca por el desagüe de la indefinición, si no ha desaparecido ya, gran conquista de Feijóo, y tenga que ser reivindicada incluso por Durán i Lleida que en un momento de lucidez proclama el fracaso de este Estado en el que se mezclaron churras con merinas y lo que se le dio a Catalunya y a Euskadi y a Galicia (La Galicia de Fraga) se terminó pagando a Murcia a La Rioja a Ceuta y a Melilla. Alguien que habla a las claras de un tema que podría ahorrar mucho dinero y muchos quebraderos de cabeza. Pero claro, ¿quiere esta Galicia de Feijóo un estatuto de nación o de nacionalidad histórica? Aunque ahorráramos dinero y horas de columnismo creo que no viviremos para verlo. Más bien seguiremos cantando sobre el árbol genealógico de los Oubiña, que es donde mejor canta el mirlo.

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