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‘Medalla olímpica’ en arte

La oferta de la capital supera este verano la de otras grandes ciudades europeas

Patricia Ortega Dolz
Cola de entrada en el Museo Nacional del Prado esta semana para ver la exposición de Rafael.
Cola de entrada en el Museo Nacional del Prado esta semana para ver la exposición de Rafael.Álvaro García

A veces los tesoros se encuentran pero no se ven. Están ahí, justo delante de las narices, camuflados por la obviedad. Hay tesoros efímeros, que pueden desaparecer sin ser vistos y, como los cometas, quién sabe cuándo volverán a pasar, si pasan… Hay tesoros que tienen la forma de la oportunidad.

Madrid está ahora llena de esas joyas que cualquiera se puede perder. Se encuentran casi por todas partes. Se anuncian con carteles y banderolas en sus calles principales y se cuelgan de las paredes de los mejores museos de la ciudad. Sí: las obras de Rafael, Murillo y la Gioconda (de regreso de París) en el Museo del Prado; las pinturas desoladoras de Edward Hopper y los mil personajes del Paraiso de Tintoretto en el MuseoThyssen, la orgía de color y formas simples de Ernst Ludwig Kirchner en la Fundación Mapfre; las delirantes acuarelas de William Blake en Caixaforum; la primera retrospectiva de “uno de los artistas clave” del momento, James Coleman, en el Museo de Arte Reina Sofía junto a otro gran artista político, Hans Haacke… Grandes maestros de todos los tiempos y grandes obras conformando una ocasión única. Puede que no haya otra vez. Casi seguro que no habrá otra vez.

Lo dicen los directores de las grandes pinacotecas de la ciudad y los comisarios de esas muestras que han dejado al llamado Paseo del Arte madrileño casi sin respiración. Que han convertido la capital en capital del arte, sin complejos.

Algo sucede cuando uno ve a esas mujeres desnudas en la bañera, aparte del rubor que produce sentir que uno está mirando por el ojo de una cerradura y colándose en la intimidad de ese cuarto de baño, donde ellas se secan y se tocan sin pudor. Se llama así, Mujeres bañándose, es una preciosa obra de Ernst Ludwig Kirchner, fundador del expresionismo alemán y a quien la Fundación Mapfre dedica una fantástica retrospectiva. Pero es que además, esa pieza, que destila vapores de jabón, y que tiene forma de tríptico de grandes dimensiones, llevaba decenios sin poder verse completa. Cada una de las tres partes estaba en un museo diferente y solo ahora (hasta el 2 de septiembre) puede verse en toda su plenitud, completa. Ahora es cuando es un tesoro.

“No creo que se puedan volver a reunir las tres piezas”, comenta Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la Fundación Mapfre, promotora de la muestra. “De hecho, nos ha llevado dos años y medio montar esta exposición y, cuando hemos querido que viajara, se perdía el tríptico, así que completa sólo puede verse en Madrid”. Es Maria Luisa Barrio, comisaria de la muestra la que ensalza el valor de la obra: “El tríptico Bañistas representa a Erna (su pareja) y a su hermana Gerda en una secuencia casi literaria, a lo James Joyce”, dice.

“Kirchner consideró este tríptico una de sus mejores obras. La fechó en 1915, aunque en realidad esta obra, que modificó con los años y cuyos lienzos están pintados por ambas caras (su insaciable afán por pintar le lleva a reaprovechar muchos de sus lienzos), es un testimonio de los diferentes cambios estilísticos del artista y, por tanto, uno de los objetivos que hemos buscado en esta exposición”, comenta Barrio.

La capital, con los años, se ha sumado al circuito de los grandes museos internacionales con naturalidad y carácter: “Esto es fluctuante. A veces es Madrid, otras veces Londres o París. Este verano sin duda es Madrid. La calidad y variedad de la oferta expositiva es excepcional. Esta medalla olímpica nos la llevamos”, asegura Miguel Zugaza, director del Museo del Prado.

“Se puede venir al Prado solo para admirar la Santa Cecilia de Rafael o los dibujos y cartones preparatorios para la Transfiguración”, dice Zugaza, refiriéndose al más ambicioso cuadro de altar del pintor fetiche del Renacimiento, en el que Rafael incluyó un episodio ajeno a ese pasaje bíblico, el fracaso de los Apóstoles al exorcizar a un endemoniado, que le permitió una exhibición de su destreza para mostrar estados físicos y anímicos. “Otra razón sería la reunión de obras creadas por Murillo en sus últimos años, fruto de la amistad con Justino de Neve. Es una afortunada coincidencia este encuentro entre Rafael y Murillo”, comenta Zugaza, que asegura estas grandes exposiciones viajarán: “Las dos. Rafael, a París, y Murillo, a Sevilla y Londres. La colaboración entre museos es básica”.

La semana pasada, sin ir más lejos, estuvieron en Madrid visitando estas exposiciones representantes de museos como Henry Loyrette, presidente del Musée du Louvre; Martin Roth, director del Victoria and Albert de Londres: o el conservador de fotografía del MoMA, Quentin Bajac, que antes estaba en el Pompidou y que fue comisario de la exposición La Subversión de las Imágenes que realizó la Fundación Mapfre en 2010.

El caso de la exposición de Edward Hopper era “un antiguo anhelo”, en palabras de Guillermo Solana, director artístico Museo Thyssen-Bornemisza. “Una retrospectiva de Hopper tenía que ser aquí, porque tenemos cuatro en nuestra colección”, presume. Y, aunque no llegaron los Halcones de la noche sí lo hicieron todas esas mujeres con alma de hotel y mirada perdida. Y ahí están, atesorando sueños.

En opinión del director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, que parte del hecho de que actualmente el museo de arte contemporáneo ofrece todo aquello que puede ofrecer el arte de nuestros días: “La tradición de las bellas artes de Coleman, la imbricación de los medios de comunicación y la información en la obra de Haacke y el aspecto etnográfico de Rosemarie Trockel”, explica.

“Críticos e historiadores están viniendo a ver las exposiciones por su cuenta, sin haber sido invitados por nadie y eso es una buena señal”, señala. “Madrid había pecado de hipertrofia pero ahora ya tiene capilaridad, aparte de los grandes museos, hay centros alternativos (como Matadero, Tabacalera y otros museos más pequeños) con propuestas muy interesantes. Y todo ello compone un escenario único, sólo falta rentabilizarlo: crear comunidad, que Madrid promueva las residencias y se convierta en una ciudad de acogida de artistas venidos de todas partes. Madrid puede ser la capital cultural del Sur”, sentencia. Algo que resume Zugaza en una frase: “Que no decaiga”.

Vuelta a Europa en exposición

A. G.

Londres La Tate ofrece programa doble: retrospectiva del polémico Damien Hirst (hasta el 9 de noviembre) y el cotizadísimo Edvard Munch. El autor de El grito ha convencido a todos.

Basilea cuenta con la apabullante antológica de Jeff Koons en la sede construida por Renzo Piano en la Fundación Beyeler. El kitsch y el pop, los muñecos vegetales y los pechos de Cicciolina, las aspiradoras y los globos purpurina, un conjunto difícil de valorar.

Viena lleva todo el año conmemorando el 150º aniversario del nacimiento de Gustav Klimt y en verano intensifica la oferta en sus museos.

París destaca este verano en el Pompidou la obra del alemán Gerhard Richter.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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