Feijóo sufre sin desgaste
La oposición no logra debilitar al presidente a pesar de la desdibujada acción de su gobierno
El Gobierno italiano aprobó un decreto para ahorrar 26.000 millones en tres años, para lo cual despedirá a uno de cada diez funcionarios y eliminará más de la mitad de las provincias. El Gobierno español prepara un hachazo similar cuyos detalles no se conocen, pero son imaginables, tanto para elevar los ingresos —subiendo el IVA— como para reducir los gastos. “Van a venir más reformas porque son imprescindibles”, reiteró ayer la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Y el Gobierno gallego hizo ya recortes, no más que otros, amparado por un nivel de déficit más contenido, y ahora aguarda nuevas indicaciones: las que le dará Rajoy, a quien a su vez se las dará Merkel. Es lo que hay.
Al presidente Feijóo le preocupa especialmente la caída de los ingresos: una, porque tiene difícil cumplir las cuentas de este año y cuadrar las del que viene, y dos, porque sea en 2012 o en 2013 convocará elecciones y no debe de ser agradable pedir el voto en estas circunstancias. A Feijóo le perjudica mucho el entorno español y europeo, más incluso que los problemas de su gestión desdibujada, pero le ayudan dos cosas: su buena imagen como líder, intacta a pesar de la que está cayendo, y los problemas internos de la Oposición; es decir, de la alternativa de gobierno que en buena lógica deberían estar ultimando ahora Pachi Vázquez y Paco Jorquera, en vez de estar lidiando no se sabe muy bien qué diferencias internas en el socialismo y en el nacionalismo.
El euro se cae y amenaza con llevarse España por delante, pero en Galicia el debate de la oposición no está centrado en saber qué hay que hacer desde aquí, con perspectiva progresista, para salvar los muebles, sino en infinidad de asuntos personales e ideológicos, cada vez menos comprensibles para unos votantes angustiados. Vamos, que en Galicia hay una serie de personajes de la izquierda empeñados en que Feijóo no solo vuelva a ganar, sino que pueda ampliar su mayoría, en plena tormenta financiera y política. Da la impresión de que algunos no saben que Galicia forma parte de un Estado donde el bono a 10 años ya tocó el nivel crítico del 7% con la prima de riesgo sobre 550 puntos y que lo que impone es atajar el hundimiento del país, frente a cualquier otro asunto personal o ideológico.
La derecha quizá no tiene una receta mejor que la izquierda pero hay algo que domina: la comunicación. Tiene un discurso duro, que va soltando sin complejos, y encima le echa la culpa de los palos que ella da a la izquierda, que no sabe cómo deshacerse de la acusación y menos aún cómo presentar una alternativa creíble. Tienen a Hollande para tomar ejemplo, pero se enredan entre ellos.
Tampoco los nacionalistas y/o autonomistas andan finos de discurso político. Ahora que la derecha mediática quiere llevarse por delante el Estado de las Autonomías, olvidándose de que las comunidades son las proveedoras de cosas tan importantes como la sanidad y la educación, cuesta encontrar lucidez ante los discursos de brocha gorda. Peor aún, del Estado de las Autonomías parece que pasaremos al Estado de las Diputaciones. Lejos de hacerlas desaparecer, el Gobierno de Rajoy anunció ayer que les dará más poder a las diputaciones, algo que choca frontalmente no solo con varios partidos de la oposición, partidarios de ahorrar por esa vía, sino también con los criterios esbozados por dirigentes del PP, al menos del PP de Galicia de la era Fraga, como Palmou.
Vivimos tiempos de crisis en los que se nota especialmente la falta de ideas, mientras el euro está en peligro, España se nos vuelve inviable y Galicia languidece. La política, lejos de ser una solución, como debe ser en toda democracia, es percibida como un problema, lo que favorece que las ideas las impongan los mercados e instituciones supranacionales no democráticas que parecen estar a su servicio. El futuro de Galicia también está en juego en ese campo, más que en las canchas locales, pero claro que desde aquí también se pueden hacer muchas cosas, entre otras ir preparando este pequeño país para un escenario de tipos de interés a la baja, recapitalizaciones bancarias —empezando por Novagalicia— y un euro más débil que debería permitirnos exportar más y atraer a más turistas. Por mucha crisis que haya, nada nos impide modernizar nuestra economía productiva ni ir rellenando el hueco que dejó la construcción.
@J_L_Gomez
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