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“Tengo el pecho cargado de ceniza”

No son 'mediáticos', pero los afectados por los incendios valoran mucho el trabajo de los profesionales y voluntarios de la retaguardia

Ferran Bono
Los montes de la aldea de Osset, en el término de Andilla, tras el incendio del pasado fin de semana.
Los montes de la aldea de Osset, en el término de Andilla, tras el incendio del pasado fin de semana. JOSÉ JORDÁN

Continúan los trabajos para refrescar las zonas quemadas; aún hay apostados efectivos al acecho del rebrote en los dos grandes incendios que han asolado el interior de Valencia y Castellón. El de Cortes de Pallás se ha dado oficialmente por controlado. La situación se va normalizando. La Unidad Militar de Emergencia (UME) se retira; los vecinos desalojados vuelven a sus casas; la Cruz Roja recoge sus albergues.

La lucha contra el fuego siempre tiene unos protagonistas evidentes y justificados: las brigadas, los bomberos, los militares. Son los que apagan las llamas. Pero detrás de ellos hay un amplio grupo de profesionales y voluntarios cuya labor es especialmente valorada por los afectados y desalojados. No son mediáticos pero sí muy efectivos, útiles y solidarios.

Como Iván. Conduce un camión de gran tonelaje que transporta un grupo electrógeno. Habría valido la pena observar cómo logró meterlo el pasado martes por las callejuelas de la aldea evacuada de Artaj, en el municipio de Andilla. “Pero si este es pequeñito”, comenta el conductor moviendo la cabeza hacia su camión con el generador de “800 kwa”. Iván lleva cuatro incendios en dos meses. “Llombai, Benagéber, Cortés de Pallás y Andilla. El peor de todos ha sido el de Cortes. He llorado de ver kilómetros y kilómetros arrasados. Ahora estoy mejor, pero tengo el pecho cargado de cenizas”.

Iván está subcontratado por Iberdrola. A su lado, atiende José María, operario de la compañía eléctrica. Se dedica a cortar o tender cables. “Nosotros vamos por donde va la línea eléctrica”, explica José María. “Tenemos que dar electricidad a los pueblos cuanto antes y vamos reparando las líneas por las pistas forestales y las poblaciones cuando no hay riesgo”, explica.

El fuego invoca a la solidaridad y son muchas las personas que han acudido voluntarias para ayudar. Numerosos alcaldes, concejales y vecinos en general han echado una mano con comida, ropa y con su tiempo para hacer más llevadero el drama de los desalojados.

La Cruz Roja movilizó a 350 personas, el 95% voluntarios. Montó cinco albergues (Altura, Turís, Macastre, Villar y Marines) y atendió a 1.372 personas, entre desalojados y profesionales de la extinción que necesitaban descansar para volver a la montaña.

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Sobre la firma

Ferran Bono
Redactor de EL PAÍS en la Comunidad Valenciana. Con anterioridad, ha ejercido como jefe de sección de Cultura. Licenciado en Lengua Española y Filología Catalana por la Universitat de València y máster UAM-EL PAÍS, ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria periodística en el campo de la cultura.

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