Excelencia y tradición

Sorpresa muy positiva el debú español de esta compañía privada rusa, la primera surgida en 1988 por Victor Smirnov-Golovanov (Moscú, 1934), donde hay calidad de baile, puesta en escena rigurosa, teatralidad a la rusa de gran empaque dramático y una concepción del gran ballet de argumento llevado a una cota que, a su escala, resiste la comparación con los grandes teatros rusos.

Este Romeo y Julieta se desmarca a la vez que respeta la épica romántica de sus predecesores en teatros rusos, especialmente la versión canónica de Leonid Lavroski, de la que aún hay un perfume interior, un ánimo conservado con primor. Esta versión respeta integralmente la partitura de Prokofiev y eso es ya un hallazgo. La coreografía de Rishenko y el propio Smirnov es intensa, dificilísima en lo técnico, de gran exigencia en lo coral y con los solistas, transmitiendo la tragedia con muchos valores formales, como esa manera sutil de poner a Tibaldo y Mercuccio al servicio del todo teatral. Los decorados y el vestuario de Natalia Povago deben ser elogiados, son muy bellos y recrean la Italia de un Renacimiento temprano con detalles cultos y una gama rica en todos y efectos. La pintura de los telones es ejemplar y el cuerpo de baile luce cohesionado, se instala en un cuadro plástico de plasticidad y buen gusto.

La bailarina Lilia Orekhova como Julieta y Danil Orlov como Romeo dieron un recital de buen ballet, con adagios complejos donde lo acrobático cobraba un sentido de diálogo amoroso y la pasión era llevada adelante por la propia danza, sin rigidez.