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El ‘software’ libre nació en la aldea

Investigadores madrileños buscan en Galicia las raíces de la gestión comunitaria

Parte de los miembros del grupo madrileño que investiga el procomún, junto a la ermita de San Antón, en Mántara (Irixoa).
Parte de los miembros del grupo madrileño que investiga el procomún, junto a la ermita de San Antón, en Mántara (Irixoa). PATRICIA LARRONDO

Son un grupo heterogéneo de personas, de diferentes ámbitos laborales y académicos, unidas en torno al espacio cultural madrileño MediaLab Prado. Hay gente vinculada al 15-M, antropólogos digitales, profesionales de la enseñanza y muchos más perfiles. Todos ellos comparten una misma línea de trabajo, ya que se dedican a investigar el procomún, es decir, aquello que no es público ni privado sino comunitario.

En su trabajo habitual, aplican esa investigación a cuestiones inmateriales, fundamentalmente el conocimiento y los ámbitos digitales. Temas como el software libre, los derechos de autor o la cultura comunitaria forman parte de su día a día investigador. Pero el fin de semana pasado decidieron aplicar sus ideas a una realidad más palpable. 24 personas salieron desde Madrid en un autobús directo a Galicia.

Uno de los promotores del viaje, Francisco García Quiroga, explica el motivo del destino. “Galicia es la única comunidad que tiene legislación propia para los montes mancomunados, que son un claro ejemplo de gestión colectiva. Lo que queríamos era ver cómo el concepto de gestión comunitaria, que parece tan nuevo, ya existía en el ámbito rural gallego desde hace muchísimos años”, asegura. Por eso hicieron las maletas y se fueron a pasar el fin de semana de San Xoán a As Mariñas. Allí pasaron dos días cargados de actividades. En el proyecto también colaboraba Login-Madrid, un colectivo que promueve una forma diferente de viajar. En sus propias palabras, su objetivo consiste en “acercarse de forma activa y sensible a una realidad social lejana, compleja o estereotipada”.

Visitaron el monte comunal de San Antón, en la parroquia de Mántara, en Irixoa. El presidente del colectivo que gestiona los terrenos, José Manuel Bretón, les habló de la historia del lugar: después de ser un monte comunal desde siempre, gestionado por los vecinos, en los sesenta los herederos del marqués de Figueroa intentaron privatizar su propiedad, mientras que el Ayuntamiento lo reclamaba como municipal. Finalmente, en 1982 se reconoció como monte comunal, y por lo tanto su gestión corresponde a los vecinos.

Bretón les explicó su caso: “Es una comunidad que no es perfecta, ni somos un ejemplo, simplemente somos una realidad”. Con sus defectos, con sus problemas entre vecinos, y también con sus reivindicaciones. “Un monte común no es una empresa, no se puede sobreexplotar, y eso es algo que les cuesta entender tanto a la Administración como a los propios comuneros”, asegura. Su objetivo fundamental consiste en “mantener el monte cuidado para que las próximas generaciones lo puedan aprovechar”.

El domingo por la mañana se reunieron con Lidia Senra, exlíder del Sindicato Labrego Galego. Con ella abordaron cuestiones como la soberanía alimentaria y la comercialización de alimentos en circuitos cortos. También conocieron de su mano la iniciativa Rede Galega de Sementes, un proyecto informal impulsado por el sindicato que persigue la recuperación y mantenimiento de las semillas locales como patrimonio común de los pueblos.

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Como no podía ser de otra manera, los participantes volcaron sus experiencias rurales en el mundo digital. Incluso grabaron un documental que registra cada una de sus actividades. A pie de monte, desde sus móviles siempre conectados, fueron narrando a través de twitter todo lo que veían sus ojos. Bajo el hashtag #montecomunal se lanzaron mensajes todo el fin de semana. Beatriz García contaba: “Escuchando sobre la gestión del monte comunal de Galicia en la comarca de As Mariñas”. Pero también había espacio para el tiempo libre: “Sardinas y jureles en San Juan”, comentaba Jessica Romero la noche del 24 de junio.

El domingo, antes de comer, visitaron una explotación ecológica en Bergondo. Era ya la última parada antes de la vuelta. En la comida debatieron y pusieron en común los conocimientos adquiridos, algo que ya habían hecho el día anterior con los parroquianos de Mántara. Se volvieron a Madrid con la maleta cargada de ideas. Entre otras, que la gestión común no solo es posible, sino que es viable económicamente. Y que existen paralelismos claros entre el concepto actual del procomún y la propiedad comunitaria en el ámbito rural, tan arraigada en Galicia desde hace siglos.

Ya de vuelta en la capital, el grupo se reunió para analizar con perspectiva los conocimientos adquiridos. Así lo resume Patricia Larrondo, desarrolladora de proyectos del MediaLab y una de las participantes en la iniciativa: “Fue un viaje donde aprendimos, discutimos y valoramos los diferentes lugares en los que se generan procomún”, recuerda. Y aporta como conclusión: “Las ideas de sostenibilidad o gestión de los recursos entran en diálogo y consonancia con las maneras de hacer en la ciudad, en la red y en el mundo rural”.

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