Entre el “drama” de Castelao y el fútbol
Feijóo distingue a futbolistas, un médico, un magistrado y a una exconselleira
A la entrega de las medallas que llevan el nombre del tótem del nacionalismo moderno no suelen asistir los miembros del único partido nacionalista con diputados en el Parlamento. No es la única paradoja que se puede observar en una ceremonia que se desarrolla entre sarcófagos, lleva el nombre de un político republicano muerto en el exilio y acaba con la intepretación mayoritariamente tímida del Himno Galego. Ayer, la distinción, que reparte el Consello da Xunta de turno, colgó de los cuellos del magistrado sarriano Román García Varela, del entrenador que transportó el Depor a la gloria —Arsenio Iglesias—, de la exconselleira de Manuel Fraga Manuela López Besteiro, del pediatra ourensano Federico Martinón y del defensa de Celta y Real Madrid Michel Salgado.
“He recordado un cuento de Castelao, O barbeiro de sábado”, inició su intervención Arsenio, proverbialmente humilde y con las lágrimas al borde de los ojos, “que amaba los libros que no entendía. Decía ‘estoy profundando, pero no puedo profundar más porque no sé latín’. Yo tampoco sé latín”. El otro futbolista presente en el Panteón de Galegos Ilustres también nombró a un escritor. “Mi recuerdo para mi magnífico profesor, Carlos Casares, qué diría si me viese aquí”, se preguntó Salgado. El médico Martinón, padre de uno de los más cercanos asesores de Alberto Núñez Feijóo, y García Varela, del Tribunal Supremo optaron, igualmente, por la vía intimista. Solo López Besteiro habló de política, ofreció su respaldo al Gobierno, y calificó a Manuel Fraga de “artífice de los que hoy Galicia es”. Cerró el presidente de la Xunta, que no menciónó el “galleguismo cordial” pero sí teorizó sobre la cuestión nacional: “Galicia es un país porque existe entre sus habitantes esa conciencia de formar una unidad plural; si desapareciese, de poco servirían símbolos y retóricas”.
Apenas una hora antes de que Feijóo invocase la salida de Castelao “de un país fraticida” en el que dejaba atrás “amigos desaparecidos en el medio del drama”, el Bloque, ausente en la iglesia de Bonaval, recordaba la aprobación del Estatuto de Autonomía del 36. Por ese texto, que permitió a Galicia figurar como nacionalidad histórica en la Constitución de 1978, se desvivió el autor de Sempre en Galiza.
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