Un universo de nostalgias

La escuela de Piratas sigue ofreciendo frutos gozosos. Y Fon Román era el tapado perfecto en la banda gallega, su Graham Coxon particular: no menos brillante que el Damon Albarn (o Iván Ferreiro) de turno. Román ha ido afianzando en sus dos trabajos solistas un pop-rock lírico y melancólico que se echaba de menos desde 21 Japonesas. Y los resultados son muy notables, a juzgar por lo visto anoche en un Teatro Lara con solo media entrada. Falta, quizás, la canción que prenda, el golpe de suerte.

Fon es un guitarrista de texturas minuciosas que en estos años ha ido descubriendo al cantante que llevaba dentro. El repertorio de Entretelas avala a un vocalista cada vez más personal y reconocible, aunque pervivan algunas inseguridades —el atril con las letras, la incomodidad en las presentaciones de quien ha pasado tiempo en un segundo plano del escenario—. El vigués ha denominado su gira Pop artesanal, buena definición de lo que es: un estupendo artesano de la canción que nunca renuncia a las pequeñas sorpresas. Porque su repertorio tiene hechuras sencillas, pero se enriquece con modulaciones poco evidentes, las segundas voces del guitarrista Santi Araujo o sabrosos juegos rítmicos. Los de la estupenda Canción positiva, por ejemplo, una pieza que sería fácil imaginar en labios de Pucho (Vetusta Morla).

Tanto Vidas sin relieve como Cometas estáticas, las dos valiosas piezas inaugurales, definen un bello universo de nostalgias. Las letras son crípticas pero sugerentes, retazos en torno a esas relaciones humanas siempre más propensas al conflicto que a la concordia. Eso sí: la que mejor se entiende, las añoranzas iniciáticas de Colegio vacío, sigue siendo la más emocionante.

Hubo otros momentos jugosos, como el toque más piratero de Dosis o el dúo con Depedro para Dos elevado a uno. Román debería convertirse en descubrimiento urgente.