Camisetas como gritos
Cuatro bailarines de raza hipnotizan al público en un asfixiante cuarto de baño
Huyendo de las figuras arquetípicas e imaginando un tenso y provocador entorno de catarsis, cuatro bailarines polifacéticos, de amplio espectro y expresión madura, son las fichas que mueve la coreógrafa dentro de un frío pero, a la vez, asfixiante cuarto de baño. La presencia de una bañera antigua evoca enseguida a Susanne Linke, pero esta vez en uso casi testimonial y reservado a la potente imagen final.
La escenografía es sintética y deja el espacio liberado a las evoluciones, algunas feroces, otras que quieren ser cómicas pero derrotan al facilismo. El goteo incesante ayuda a esa sensación de inestabilidad, es un buen recurso dentro de una banda sonora excesivamente variada, rozando el popurrí.
Poco a poco, las prendas de vestir se van cargando de significado (el largo vestido rojo, objeto de lamento) o las muchas camisetas (pelar la cebolla y al revés, un acto de autoprotección). La estructura abierta a dúos muy independientes tanto en factura como en tono, solo se ven unidos por el espacio. La pareja compuesta por Carmen Angulo y Juan Ramírez da mucho de sí; ella destaca por su técnica, fuerza e intención, dotando a cada frase de sentido, casi de un diálogo. Ramírez escenifica un largo monólogo a base de zapateado que podemos arbitrar como conceptual, elevando la temperatura dramática, despejando la intención de crítica al buen burgués, a la convivencia artificial, al marco de las formas que de alguna manera debe ser roto. El baño es un serio proceso de danza-teatro a la española, usando de elementos tradicionales, pero dejando penetrar la materia coréutica de otras formulaciones actuales.
El baño
Princesa Cangrejo Dance Company. Coreografía: Helena Martín. Escenografía: Sonia Grande. Luces: Gloria Montesinos. Vestuario: H. Martín y Tito Miranda. Sala Triángulo. Hasta el 19 de mayo.
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