Sin oficio ni beneficio
De los seis novillos, los corridos en primer y cuarto turno sobresalieron sobre el resto
De los seis novillos de Nazario Ibáñez, los corridos en primer y cuarto turno sobresalieron sobre el resto. Entraron, pues, en el lote de Cayetano García. Y de estos dos buenos novillos, el primero fue el único que sacó un aprobado raspado en varas. Los cinco restantes resultaron de notable mansedumbre, a cuál más. Se escupieron del caballo, camparon a sus anchas por el ruedo y más de uno convirtió la lidia en un rio revuelto. Solo el que abrió plaza fue serio y educado en los tres tercios. Fue novillo, este primero, de colorada estampa muy distinguida, hondo, obsesivo en humillar. Tanto, que varias veces clavó los pitones en la arena y se dio de bruces en ella, confundiendo al personal que pensó en una falta de fuerzas que no era verdad. Pero tuvo son en la muleta, clase y bondad. Lástima que en este novillo, también en los dos siguientes, el viento se colara en la plaza para desfigurar la realidad.
Ibáñez / García, Huertas, Ortega
Novillos de Nazario Ibáñez. Correctos de presentación, mansos en varas. Primero y cuarto, buenos, destacaron sobre el resto.
Cayetano García. Pinchazo –aviso- y entera trasera (saludos); entera –aviso- y siete descabellos (saludos).
Emilio Huertas. Entera caída (saludos); tres pinchazos y estocada (saludos).
Juan Ortega. Pinchazo, entera –aviso- y tres descabellos (saludos); seis pinchazos –aviso-, seis descabellos -2º aviso- y cuatro descabellos más (silencio).
Plaza de Valencia, 13 de mayo. Segundo festejo de la festividad de la Virgen. Un cuarto.
Cayetano García, en fin, contó con la suerte a favor. En sus dos novillos clavó las zapatillas en la arena, impuso un modo vertical de entender el toreo y siempre empeñado en bajar la mano. Un aire muy personal. El viento le confundió en el excelente primero y no le dejó gobernar del todo la situación. En el cuarto aprovechó el tiempo mientras el novillo quiso muleta. Luego, el de Nazario buscó las tablas, se acobardó y dijo basta. Las dos faenas de Cayetano García se vinieron abajo entre la espada y el descabello. Una pena.
Tan decidido como despegado Emilio Huertas en el segundo. El viento, en su apogeo, tampoco daba para mayores confianzas. Una pelea de Emilio Huertas a dos bandas, contra el novillo y contra el viento. Con aquel la cosa acabó en tablas; luchar contra los elementos fue misión imposible. Un punto agresivo fue el quinto. No fácil de mantener el orden con él. Huertas, que pasó por un momento de serio apuro, no se rindió. Valiente, decidido, plantó cara a un novillo con bastante que torear.
Sin perder los papeles pero bajo la impresión de estar vendido, Juan Ortega con el tercero. Cuatro veces entró ese novillo al caballo y suelto se marchó en viaje de ida y vuelta entre el picador de tanda y el de puerta. Tal desgobierno provocó un caos de lidia en el segundo tercio, sin que nadie ordenara el tráfico. Ortega, también con el viento como enemigo, no se aclaró. En el sexto se apuntaló Ortega y mientras el novillo quiso, aquello pareció otra cosa. Se paró el de Nazario y se acabó la cosa. Luego, Ortega la lio con al descabello y la campana le salvó del tercer aviso.
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