La izquierda de El Cid y pinchazo de los ‘victorinos’
Fue una corrida desigual en todo: en contenido y en continente
Curioso: saltó un quinto toro que poco o nada tenía de apariencia victorino. Poca cara, alto, largo y un punto agalgado. Bastante alejado de la denominación de origen. Visto de perfil recordaba más un miura. Cosas de la complicada genética. Ese toro, otra curiosidad, fue con diferencia lo mejor de una corrida desigual en todo: en contenido y en continente. No hubo quinto malo, como dice el refrán, y aunque apenas cumplió con el caballo y hasta se salió sueltecillo, fue bueno y, sobre todo, noble en palabras mayores. No descolgó del todo, porque nunca humilló, pero sí tuvo un notable punto de seriedad en la embestida. Y mucho fondo. Incansable. El Cid, que se lo brindó al casi centenario fotógrafo Curro Cano – en diciembre cumplirá los cien -, se fue a por él sin disimulos. La faena no fue una sinfonía apoteósica del toreo al natural, pero sí un concierto de refinado y hondo toreo sobre la mano zurda. Con el toro al paso, primero, y, luego, con el de Victorino entregado totalmente a la causa, El Cid se comprometió consigo mismo, con el toro, con el escenario y con la gente. La faena solo fue de izquierdas, la mayor parte de ella incluso sin la espada en la otra mano al perderla en un remate. Cada serie, de tres o de cuatro naturales, de menos a más. El último de cada entrega, siempre el más profundo. Tan a gusto El Cid, que le fue el santo al cielo, perdió la noción del tiempo, y le llegó un aviso antes de perfilarse. Luego, la buena estocada no fue suficiente para tumbar al buen toro. Llegó otro aviso y la gente se desinfló. Al toro le rindieron honores póstumos al ser arrastrado en medio de una ovación de gala.
MARTÍN / BAUTISTA, CID, AGUILAR
Toros de Victorino Martín. Muy desiguales de presentación. Justos de fuerzas. Noble el quinto; con mucho peligro el sexto. El resto, manejables.
Juan Bautista. Dos pinchazos y media (silencio); pinchazo y dos descabellos (silencio).
El Cid. Media desprendida (vuelta con petición); -aviso- estocada, descabello -2º aviso- y otro descabello (saludos).
Alberto Aguilar. Estocada trasera y dos descabellos (saludos); tres pinchazos y descabellos (silencio).
Plaza de Valencia, 12 de mayo. Corrida de la Feria de la Virgen. Menos de media.
La antítesis del quinto fue el que saltó en el siguiente turno, el único que arrancó aplausos de salida. Descarado de pitones y fiel a la estampa de la casa. Alberto Aguilar lo saludó con dos largas cambiadas de rodillas y entre una y otra, el toro se dio una vuelta completa al anillo. Poca fijeza. Pasó sin pena ni gloria en varas, pero en la muleta desenterró el hacha de guerra. Batalla a la vista. Guerrero el toro, siempre estuvo más pendiente del torero que de la muleta. Aguilar quiso plantar cara al principio, pero un amago de perder los papeles le hizo desistir. Macheteo y a matar.
Del resto se salva de nuevo la mano izquierda de El Cid en el segundo. Ni todas las series ni todos los naturales salieron de dibujo, pero intercaló más bueno que regular. Un manojo de cuatro resultó lograda, aunque saliera perseguido. Por el derecho, el toro nunca ofreció confianza. Ideas claras en El Cid que, tras media desprendida, no le dieron la oreja del toro muy pedida por la gente. Bullidor y peleón Alberto Aguilar con el tercero, que cortó el viaje al final de cada pase además de alguna embestida a saltitos. Valiente Aguilar, que se volcó al entrar a matar.
Juan Bautista encontró un tullido primero que acabó por buscarle los tobillos. Insistió Bautista sin color ni sabor. El cuarto tampoco tuvo intención de pasar del todo. Otra vez Bautista anodino y mortecino. Opaco. Y algo pesado.
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