La crisis dispara las ventas de una franquicia de oro
La cadena La Milla de Oro factura 15 millones y cuenta con 70 tiendas
Sobre las cenizas del sector inmobiliario montó un negocio que a la crisis le va como anillo al dedo. Manuel Rivera, empresario vigués, dirige un conglomerado que mueve 550 kilos de oro en España y Portugal y factura 15 millones de euros al año. Al calor de la incertidumbre, de la prima de riesgo disparada, de las políticas de austeridad , el metal amarillo ha alcanzado precios históricos máximos. Y La Milla de Oro, su cadena de franquicias, ha ido a toda velocidad por la Península, con 70 establecimientos dirigidos desde un chalé situado en la Avenida de Europa, en Vigo. Ahora mismo es la mayor cadena del país por número de establecimientos, con previsión de duplicar ventas en el corto plazo comprando el metal precioso a otras empresas de su rango.
Pero el trabajo tiene sus aristas afiladas. Cuando la periodista llega a la cita, el fax de la oficina escupe varios folios con insultos de alguien que parece haber perdido los nervios. En un despacho del piso superior, Rivera, impecablemente vestido, contradice la primera impresión explicando que en su floreciente negocio “está todo estudiado”. “ Esto funciona porque tenemos un modo de trabajo perfecto”, asegura, mientras muestra de forma sencilla el modo en que se puede detectar una pieza fraudulenta. Un kit aparentemente simple compuesto de algunos productos químicos, un microscopio y otras piezas dan las clasve para diferenciar entre una joya buena y otra que no lo es. “Utilizamos imanes, balanzas especiales que calculan la pureza del oro y varios ácidos. También hacemos una selección de piezas trabajadas o aptas para la venta, las valoramos y las ofrecemos en exposición para que la gente las pueda adquirir”. Porque no solo funden el oro que compran. Por seguridad, la policía les obliga a retener la mercancía que adquieren durante 15 días. Son pocos, dice Rivera, los que intentan vender mercancía robada.
Manuel Rivera: “El tiempo nos demuestra que el oro siempre sube”
Porque en estos tiempos extraños, en los que las familias rebuscan en los cajones para sacar algunos euros de las joyas de la abuela o la bisabuela, un puñado de abalorios dorados puede tapar algún agujero. En esta cadena de franquicias pagan en función de la cotización del día en mercados internacionales, unos 27 euros el gramo en el mes de marzo, un 50% menos de lo que cuesta en el mercado mayorista.
“Lo veo un negocio estable, el oro nos demuestra que en el transcurso del tiempo siempre ha subido”, asegura el propietario, quitándole importancia a los altos precios a los que cotiza. El litio, por ejemplo, se dispara si los fabricantes deciden vender más móviles, como el petróleo cuando llega una ola de frío. Al oro lo dispara el miedo, aunque no tenga apenas utilidad en ninguna industria más allá de la joyería, es el mejor refugio de los inversores cuando las cosas van mal. Este es su mejor momento. Un patrón que sigue funcionando por encima de cualquier moneda.
Un kilo cuesta en el mercado unos 41.000 euros. Las franquicias que ofrece La Milla de Oro a sus clientes se pueden abrir “con todo”, por 30.000 euros. El precio abarca el montaje, la fianza, la compra de oro, los utensilios, “todo”, explica el empresario. Pero la franquicia se adapta a las necesidades de cada perfil, con otros servicios de menor coste. “Es rentable en poblaciones de más de 20.000 habitantes”. Cuanto más grande es la ciudad, más competencia, porque las cadenas han florecido como churros. Tampoco las medidas de seguridad necesarias (rejas especiales, cajas fuertes, cristales blindados), son las mismas en los suburbios de Madrid que en una villa mediana de Galicia o Asturias.
Oro que reluce en México
“Cuando tienes un negocio así tienes que actuar con prudencia”, analiza el dueño de La Milla de Oro. Porque a veces los timadores intentan pasar por oro piezas que en sus entrañas llevan otros metales, como hierro o plomo. Pero Rivera está tan seguro de su estrategia que pronto intentará conquistar otros mercados. “Tenemos en mente abrir en Alemania y México”, avanza. Y apenas quiere tocar el tema de la crisis. “Recibimos joyas que han pasado de moda, proceden de herencias, regalos de comunión, la gente no sabe qué hacer con ellos, esta es una buena manera de rentabilizarlos”.
Redobla estos días el esfuerzo comercial tras participar en Franquiatlántico, la feria de la franquicia de Vigo, asistiendo a otros eventos en Madrid y haciendo presentaciones en hoteles de varias ciudades españolas. “Este negocio está enfocado a cualquier tipo de público”. Lo cree sinceramente porque el oro, todo el oro del mundo, que según un brillante artículo de Jesús Rodríguez publicado en este periódico “cabría en dos piscinas olímpicas”, no deja de perder su brillo aunque se funda mil veces. Una “reliquia bárbara”, como la definió el economista John Maynard Keynes, que alimenta el negocio del empresario gallego. Y que, con independencia de cómo vayan las cosas, “siempre se cotiza alto”.
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