El papel tabaco vuelve a Cádiz
Fondos cedidos por Altadis explican la historia de las cigarreras gaditanas
La primera vez que una mujer se sentó a liar un cigarrillo en la fábrica de tabacos de Cádiz lo hizo en una silla traída de casa. Esa mujer cobraba poco y trabajaba mucho. Aparte de faltarle la silla en la factoría, le faltaban derechos. Esa mujer era cigarrera. Igual que lo fueron después sus nietas, y las nietas de sus nietas. Ellas sí consiguieron una jornada de ocho horas, atención médica y hasta un permiso de maternidad para dar a luz a las nuevas cigarreras: las herederas de una silla en la fábrica de tabacos en la que, por primera vez, una mujer se sentó a liar un cigarrillo.
Los documentos donde se recoge gran parte de la historia de la fábrica de tabacos de Cádiz, en la que llegaron a trabajar miles de mujeres, han regresado a su lugar de nacimiento 30 años después de llevarse a Sevilla donde fueron custodiados y restaurados. Ahora, gracias a un convenio de colaboración firmado entre la Fundación Altadis y la Consejería de Cultura, se pueden consultar en el Archivo Histórico Provincial gaditano.
Son 75 legajos y 170 libros que recogen todo lo ocurrido en la empresa tabaquera entre 1887 y 1949. Estos 245 fondos han quedado depositados en el Archivo por comodato: la propiedad sigue siendo de la Fundación Altadis, pero su sitio está en Cádiz. La delegada provincial de Cultura, Yolanda Peinado, y la directora de la Fundación Altadis, Inés Cassin, han presentado esta semana estos libros y legajos. Parte de ellos se pueden visitar en una pequeña exposición situada en el Archivo, instalado en una imponente vivienda del siglo XVII. Ambas destacaron la importancia para Cádiz de estos documentos, que con su vuelta recupera “parte de la historia de la ciudad y de la provincia”.
También servirán para conocer los primeros pasos de la incorporación de la mujer al mercado laboral: “La fábrica de tabacos de Cádiz fue el lugar donde las mujeres, por primera vez, tuvieron algo de independencia, quizá sin ellas saberlo siquiera”, resalta Peinado.
El archivero que ha estudiado estos papeles, José Ramón Barroso, reconoce que los fondos “pueden ser de gran utilidad para conocer los avances de la industria, el desarrollo económico, las relaciones laborales en el siglo XIX y XX, y la propia historia local de Cádiz”. Con lo poco que ha podido investigar hasta el momento, Barroso ha comprobado que no solo se contrataba a las mujeres porque cobraban menos que los hombres y era un oficio que requería poca fuerza, sino porque tenían más paciencia y concentración.
Además, se produjo un fenómeno que duró décadas: la identificación de estas trabajadoras con el oficio de cigarrera, que pasaba con orgullo de madres a hijas y a nietas. Posteriormente se incorporaron taquígrafas y mecanógrafas. A finales del siglo XIX, la Fábrica de Tabacos daba de comer a más de 3.500 familias gaditanas.
El Archivo Histórico Provincial exhibe 75 legajos y 170 libros sobre la tabaquera
En los archivos se recogen los avances logrados por la sede gaditana, pionera en la fabricación de cigarros, tomada como modelo de producción, “que llegó a exportar sus métodos a otras fábricas”, como ha podido comprobar Barroso. En 1923, “una fecha muy temprana”, toda la maquinaria ya era eléctrica.
Los legajos y libros también muestran la evolución de la empresa, vinculada a los acontecimientos históricos. En 1888 una revuelta obligó a los propietarios a cerrar la fábrica, algo que volvió a ocurrir en 1918 por “violencia sindical”. Las condiciones laborales mejoraron a partir de 1919: jornadas más cortas, flexibilidad horaria, retiro obrero, permiso por maternidad, atención médica… Todo cambió durante la guerra civil. Los problemas de abastecimiento afectaron a la fabricación de cigarrillos. Tanto, que los de un bando tenían papel y no tabaco, y a los del otro les sobraba tabaco, pero carecían de papel. Las cigarreras se quedaron sin celofán para envolver. Y en la posguerra el racionamiento llegó al extremo de que los ciudadanos, además de una cartilla para comer, tenían otra de tabaco.
Entonces, la fábrica de tabacos llevaba ya muchos años funcionando. Inició su actividad en 1741 en tiempos de Felipe V, con 180 operarias. Sufrió varios cambios de ubicación y titularidad, hasta que en 1887 se inauguró la nueva, un edificio de ladrillo visto, cerámica vidriada en cubiertas y algún detalle inspirado en las fábricas inglesas. Ahora, ese inmueble es el Palacio de Congresos de Cádiz. Una inmensa chimenea recuerda lo que fue. Delante de ella, dos cigarreras de metal siguen trabajando como si nada hubiera pasado. Una de ellas está sentada.
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