Un pianista que conmueve
La personalidad del pianista rumano Radu Lupu se vislumbra desde los detalles, con versiones desprenden sosiego y cercanía
El rumano Radu Lupu es uno de esos artistas que desprende una gran seriedad en sus interpretaciones, inspirando siempre confianza en sus conciertos o recitales. Fue el verano pasado el elegido por Claudio Abbado en Lucerna para tocar a su lado uno de los conciertos de piano de Brahms, al no llegar a un entendimiento con la anunciada Hélène Grimaud. Obviamente, no defraudó. La personalidad de Radu Lupu se vislumbra desde los pequeños detalles.
No es un pianista que centre sus actuaciones en el virtuosismo. Sus versiones desprenden sosiego y cercanía, como fruto inmediato de la sabiduría que otorga una experiencia acumulada y a la vez asimilada. En los cuatro impromptus de Schubert, con los que comenzó su recital madrileño, creó desde el primer instante una atmósfera de reunión de amigos heredera de las míticas schubertiadas. Sin renunciar al rigor llenó sus interpretaciones de sensibilidad, de una naturalidad envolvente.
RADU LUPU
Obras de Schubert y Franck. Ciclo de Grandes Intérpretes. Organiza Fundación Scherzo, patrocina EL PAÍS. Auditorio Nacional, 10 de abril.
Volvió a Schubert en la segunda parte con el mismo espíritu, aunque con una mayor solidez interpretativa si cabe. Entre los dos bloques dedicados a Schubert, Radu Lupu expuso una lectura compacta y sutil del Preludio, coral y fuga, de Cesar Franck, redondeando así una tarde en la que la sensación de interioridad, de profundidad, se impuso sin aparente esfuerzo. En cierto modo fue una reivindicación del estilo de otra generación en la manera de enfrentarse al piano. Sin golpes de efecto, sin exhibicionismos técnicos. La personalidad de Radu Lupu hizo que salieran a flote valores muy consistentes que a veces se pierden en el fragor del mundo del espectáculo
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