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Esclavas sexuales por un bocadillo

Desarticulado en Alicante un grupo que obligaba a mujeres a prostituirse en La Vega Baja

La Policía Nacional ha dado un nuevo golpe a la mafia rumana dedicada a prostituir mujeres, la mayoría compatriotas y otras del resto de países del Este de Europa, en condiciones rayanas en la esclavitud. Las mujeres que caen en las redes de estos grupos de proxenetas son objeto de graves vejaciones que laminan no ya su condición femenina, sino humana. La banda desarticulada en Alicante operaba en el ámbito de La Vega Baja y su brutal seña de identidad era obligar a las mujeres a prostituirse 16 horas al día (entre las 6 de mañana y la una de la noche) a cambio de un bocadillo y a plena intemperie, en las rotondas de las carreteras locales de la comarca. “La mayoría presentaba quemaduras en el cuerpo debido a los largos periodos de exposición al sol”, señalan fuentes policiales.

La red, a igual que las decenas de grupos similares desarticulados en los últimos años, captaba a las mujeres bajo la promesa de falsos empleos en España.

El grupo de proxenetas desarticulado en La Vega Baja estaba integrado por siete individuos, cuatro hombres y tres mujeres, todos de nacionalidad rumana. La banda contaba con una estructura jerarquizada y un detallado reparto de tareas. En la cúpula se situaba el cabecilla, que en el momento de las detenciones se encontraba en prisión, dos lugartenientes y cuatro prostitutas. Estas últimas, también explotadas sexualmente por la red, realizaban labores de vigilancia y control del resto de mujeres obligadas a prostituirse.

Las víctimas tienen quemaduras por horas y horas al sol en las rotondas

La policía no ha podido cuantificar el número de mujeres que ha explotado el grupo, y se ha limitado a señalar que la banda operaba desde hace tres años. No obstante, sí ha precisado que entre las mujeres captadas no había ninguna menor, “siempre esperaban a que alcanzaran la mayoría de edad para prostituirlas”, señalan las mencionadas fuentes policiales. Las mujeres que fueron arrestadas, cuyo número tampoco ha sido facilitado, con motivo de la desarticulación de la red mafiosa han quedado en libertad.

Los proxenetas reclutaban a las mujeres en su país de origen. La red tendía sus tentáculos entre las jóvenes de familias en ruina económica, haciendo valer en muchos casos vínculos de amistad, vecindad e incluso familiares.

A todas les ofrecían el mismo e idílico panorama en España si se iban con ellos, es decir, un trabajo digno y remunerado. Sin embargo, nada más pisar el territorio español se daban de bruces con la cruel realidad que les esperaba. Ni rastro de un puesto de trabajo. En su lugar, los proxenetas, tras retirarles la documentación, las distribuían por las distintas rotondas de las carreteras comarcales de La Vega Baja, y las obligaba a ejercer la prostitución durante maratonianas jornadas y a cambio de cinco euros, con los que apenas podían asegurarse un bocadillo al día.

La banda no tenía ningún escrúpulo con las mujeres. Les incautaban todo el dinero que podían obtener de los clientes y, además, las conminaban a seguir prostituyéndose sin descanso bajo amenazas, a ellas o sus familiares en sus países de origen. La que se resistía era objeto de agresiones físicas (puñetazos y patadas, básicamente).

Y como colofón al cúmulo de vejaciones y malos tratos, los proxenetas agredían sexualmente a sus víctimas.

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