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con niños

Girar durante 85 años

Desde 1927 giró por ferias de media España y en 1969 llegó a Madrid. Los caprichos del viejo tiovivo del Parque de Atracciones relucen tras una minuciosa restauración

El restaurador Félix rego en el tiovivo del Parque de Atracciones.
El restaurador Félix rego en el tiovivo del Parque de Atracciones.CARLOS ROSILLO

Habrá atracciones nuevas. Entre ellas, una montaña rusa ultra moderna con agua nebulizada y flases secuenciales preparados para activarse a medida que el tren recorre su vertiginoso camino. Estarán también las atracciones de siempre. Pero habrá una estrella indiscutible. Quienes visiten el Parque de Atracciones de Madrid en Semana Santa podrán montar en su tradicional tiovivo después de una profunda restauración con la que se ha logrado reparar el daño de 85 años de giro sin freno a la intemperie sin trastocar su espíritu, esa bella mezcla de historia, arte e ilusión infantil (y no tanto).

El proceso, a cargo del restaurador Félix Rego, ha tomado cuatro meses de trabajo minucioso y paciente, plagado de desafíos. “El primero ha sido dar con la clave de cómo unificar artísticamente la restauración, teniendo en cuenta que se trata de una estructura de estilos eclécticos, que combina elementos que han desaparecido con otros que se han ido sumando con el tiempo”, explica el artista.

Es que el tiovivo, con sus caballos majestuosos, elefantes, cerdos y tigres, sus sillas barrocas y sus pinturas art decó, forma parte del Parque de Atracciones madrileño desde 1969, pero llevaba funcionando en ferias de varias ciudades de España desde 1927. Han sido años de vida tan intensa y alegre como sufrida. De lluvias, viento, heladas y rayos de sol. Todos impiadosos. Días y noches que han dejado huella.

Rego sabe bien de qué habla. Ha estado también al frente de la anterior restauración parcial del tiovivo en 1994. “En aquel momento solo reparamos las figuras desmontándolas una a una. Estaban muy deterioradas y tenían madera de muchos tipos de árboles. Las unificamos y arreglamos. La lástima es que en esa época aún no estaba puesta la pérgola [se contruyó en 1996] y el agua que caía por las goteras, con el hielo y el deshielo, hizo que muchas figuras se estropearan”.

Este año, el proceso ha comenzado, una vez más, por la reparación de las figuras, 67 en total. Se han encolado y sustituido partes defectuosas y para las piezas más antiguas se han utilizado ojos de cristal de taxidermia. Al momento de pintar, el óleo, que obligaba a repintar permanentemente, ha cedido paso al poliuretano. En ese camino, los colores raídos por el tiempo han recuperado vigor e intensidad. Los rostros de las bellas mujeres de los retratos se han vuelto más nítidos, tanto como el detalle de los trajes, las flores y los paisajes. Otro tanto ocurre con los adornos de la carcaza y la capota, que casi hipnotizan.

Sobre la antigua cabina, uno de los elementos que se conservan del original, Rego se ha topado con una pintura oculta por una gruesa capa de grasa y suciedad. “Es una imagen preciosa de tipo art nouveau, de una mujer tocando la cítara”, la describe. Mitad con Photoshop, mitad a mano, ha logrado reconstruirla y hacer una reproducción a pocos centímetros del original. “Es sin duda una de las joyas que me he encontrado. Un gran testimonio estilístico y artístico de la época”, cuenta orgulloso.

El mecanismo por el que gira el tipovivo es de cuerpo único y también se mantiene, aunque mejorado, del original. Asombra que semejante monstruo se mueva gracias a una ingeniería tan simple.

Restaurar sin traicionar el espíritu. Esa ha sido otra de las premisas fundamentales de la reparación. Así la explica Rego. “Hemos hecho un esfuerzo por rescatar la mayor cantidad posible de elementos de la atracción original. Pero como no ha sido del todo posible, hemos tenido que intervenir para unificar estilos. Y eso ha sido casi más difícil que la recuperación en sí, porque allí es donde tienes que arriesgarte a meter elementos tuyos y debes andar con pies de plomo para no hacer cosas que afecten la dignidad del original, la magia de lo artesanal”.

El tiovivo quedará listo del todo en pocos días más, una vez que se hayan cromado las barras que lo rodean y sostienen las figuras y se haya pintado el suelo, donde se simulará un cielo con nubes frondosas. “Eso le va a dar un aire lúdico y una impresión agradable, como de estar flotando, al viajero”, afirma Rego.

Viajeros. Exactamente eso son los niños que desde hace casi dos siglos montan el carrusel para girar al ritmo del vals del organillo, disfrutar del vaivén de las figuras y deleitarse con el parpadeo de las luces de colores. Para alimentar la ilusión intacta o para bucear en el recuerdo. El tiovivo sobrevive al implacable paso del tiempo.

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